“El Amén, el testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios…” (Apocalipsis 3:14).
“Amén” es una palabra hebrea que pasó al ritual de la liturgia de los israelitas primero, y al de la iglesia cristiana después, como expresión de la afirmación sincera, el fervor, la sumisión y la certeza de la congregación en la oración y la alabanza. Contiene las ideas de firmeza, fundamento sólido, aquello en lo que se puede tener confianza.
En el Antiguo Testamento, la palabra “amén” es tanto un asentimiento ante una proclama de maldiciones (Deut. 27: 14-26), como una respuesta de la audiencia a salmos cantados en el culto del templo (Sal. 41:13). Entre sus diversos significados podemos citar ‘así sea’, ‘ciertamente’, ‘que tu palabra se cumpla’, ‘es seguro’, ‘es verdadero’, ‘es válido’ y, por consiguiente, ‘es vinculante’.
El amén se usaba tanto en el lenguaje común, como en el jurídico y en el teológico: en las ceremonias de juramentos, en los pactos y alianzas, como partícula enfática para identificarse con la palabra de otro, para confirmar una decisión comprometiéndose con la misma y, simple o duplicado, la comunidad cultual se identificaba con el que recitaba la oración pronunciándolo cuando este prorrumpe en palabras de alabanza.
En el Nuevo Testamento, el amén era usado en la sinagoga. La asamblea saludaba con él la alabanza o la lectura de la ley. Jesús y sus discípulos han encontrado el amén ritual en el culto de la sinagoga y así pasó al culto cristiano, donde se ha perpetuado como una palabra litúrgica universal. En el Nuevo Testamento sigue a las doxologías y a las oraciones de Pablo, concluye el Padrenuestro, se usa como palabra final de la mayoría de las Epístolas, y en el Apocalipsis aparece como término litúrgico de confirmación de alabanzas y promesas en el cielo y en la tierra. Jesús, en los evangelios, lo utiliza antecediendo sus afirmaciones más solemnes: “De cierto os digo”.
El Dios del amén del profeta Isaías (65:16) y el Amén, el Testigo fiel y verdadero del Apocalipsis, es la encarnación misma de la verdad que se dirige con un mensaje especial a nuestra iglesia, los laodicenses. Nos invita a aceptar e identificarnos, con toda sinceridad, con la oración modelo pronunciando el amén final, asertivo, confirmatorio, vinculante, que nos asocia y compromete con su providencial cumplimiento.
Hoy, cuando ores y termines tu plegaria con un amén, puedes tener la certeza de que hay un Dios en los cielos que está atento a tus súplicas para conducir tu vida por el mejor camino.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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