“Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Esto decía dando a entender de qué muerte iba a morir” (Juan 12:32, 33).
Hace años, durante los actos de dedicación de la nueva iglesia del campus adventista de Collonges-sous-Salève (Francia), se presentaron las tres cruces instaladas en el edificio: la cruz exterior, en la fachada, indicando el carácter sagrado del edificio. En el interior, en el muro del estrado, la cruz que se iluminaba y que presidía los actos de culto. Finalmente, una tercera cruz, en el vestíbulo, en un bajorrelieve hecho con escayola y resina que representaba un haz de surcos confluyendo en un punto de intercesión y que, en su base, tenía el texto: “A todos atraeré a mí mismo”.
“Atraeré”, magnífica palabra cuyo verbo original, elkuo, significa “arrastrar hacia”, “atraer con fuerza”, como un imán atrae al hierro y al acero. Y eso ha sido y es realmente la Cruz, un poderoso imán espiritual, irresistible y transformador.
El apóstol Pablo decía: “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Cor. 1:18). La Cruz es instrumento de reconciliación con Dios (Col. 1:20), seguir a Jesús es seguirle cada día con una cruz (Luc. 9:23). La cruz, un instrumento de tortura, es vida, porque el imán de la Cruz ejerce una atracción de ternura y de amor divinos.
Tratemos de ilustrar la atracción de la Cruz: toma un imán y pequeños trozos de acero de formas y colores diferentes, el imán atraerá a todos, sin excepción.
Pon sobre una hoja de papel esas mismas piezas de acero y por debajo de la hoja haz correr el imán de un lado para otro, las piezas seguirán al imán por dondequiera que vaya. Toma ahora una fina barrita de acero y deja que se imante durante un corto espacio de tiempo.
La barrita adquirirá el poder de atracción del imán y atraerá, a su vez, a las pequeñas piezas de acero. Así también, la Cruz nos transmite su poder de atracción. Pero deja la barrita separada del imán un instante y dale uno o más fuertes golpes con una gruesa barra de madera. ¡Ah! La barrita ha perdido totalmente su poder de atracción. La separación de la Cruz y las tentaciones de Satanás nos roban el magnetismo de la Cruz.
No lo olvidemos: con la Cruz, tenemos poder de atracción; sin ella, nos volvemos individuos inertes sin capacidad de transmitir el amor salvador de Jesús.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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