Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado. (Salmo 32:1)
Cierta vez tuve una experiencia que me enseñó una gran lección. Una persona conocida me pidió una mercadería a crédito, diciendo que me pagaría la semana siguiente. Confié en esa persona, pero los días se hicieron semanas. Cuando le cobraba otros pedidos, me decía: “Esta semana saldo mi deuda”. Le permití hacer arreglos, pero siempre daba la misma respuesta. Las semanas se hicieron meses y, finalmente, años.
Me entristecí, porque apreciaba a esa persona y había confiado en su palabra. Hasta que me di por vencida. Di todo por perdido, y decidí que no volvería a fiarle nada. Si hubiera sido franco y hubiese dicho que no tenía con qué pagar, yo habría borrado su deuda sin pensarlo. Después de todo, se trataba de unos dólares y nada más. El deudor despreció cada oportunidad que se le concedió. Hasta el día de hoy, ni se da por enterado.
Tú y yo tenemos cuentas pendientes con Dios. No hay dinero en el universo que pueda cubrir esas cuentas. Vez tras vez, nos llama: “Venid… y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isa. 1:18).
A diferencia de mi deudor, tú y yo no necesitamos pagar nada. La deuda ya la pagó Cristo. “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Sin embargo, necesitamos reconocer la inmensa deuda que el pecado nos impuso y nuestra incapacidad de saldarla. Es nuestra responsabilidad aceptar el pago hecho a nuestro favor. Por ello, Cristo nos llama repetidas veces para acreditar su sangre en nuestra cuenta.
No ignores sus llamadas de amor. El día del ajuste final se acerca. No permitas que tu deuda quede sin saldarse. ¿Por qué no arreglar cuentas hoy mismo? Esta deuda es de trascendencia eterna. La solución se halla tan cerca como una oración sincera de arrepentimiento y confesión:
“Gracias, Señor, por tu provisión. Concédeme un espíritu humilde, de arrepentimiento y de confesión para que, cuando llames mi nombre, no haya cuentas pendientes sino que, en mi registro, se lea con letras carmesí: ‘Pagado por la sangre del Cordero’”.— Rhodi Alers de López.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
0 comentarios:
Publicar un comentario