Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. (Mateo 19:29)
Vivía yo con un hombre que no era mi esposo. Entonces, yo no sabía que estaba en pecado. Solo sabía que él se encargaba de todos los gastos del hogar.
Un día me invitaron a asistir a un ciclo de conferencias, dictado en una iglesia adventista cercana al lugar donde vivía. Me dije a mí misma: “Iré una de estas noches”. Pero hacía ya un mes que el ciclo había comenzado y ya estaba por terminar. Fui la última noche.
Durante la predicación, ¡sentí que el predicador me hablaba personalmente a mí! Decía que era pecado vivir en pareja sin estar casados, y que si yo moría, no tendría parte con Dios por estar en desobediencia a sus mandatos. Para mí, vivir con un hombre en pareja sin estar casada era normal, no era pecado, pero aquel mensaje removió mi conciencia. Luego comencé a leer la Biblia y a congregarme en una iglesia cercana.
Un día me senté en la cama y comencé a hablar con Dios. Le dije: “Señor, yo quiero obedecerte, pero este hombre paga las cuentas, provee la comida, todo. Sin embargo, tú dijiste que, si dejamos cualquier cosa para obedecerte en esta vida, tú nos recompensarás abundantemente. Señor, me iré de esta casa y dejaré esta relación. Tomo tu palabra, y en el nombre de Jesús te obedeceré”.
Yo tenía un poquito de dinero ahorrado. Con ese dinerito, el Señor me regaló una casa bien grande y cómoda. ¡Tanto fue así que comencé a ayudar económicamente a otras personas! El Señor me ha bendecido tanto, en mi trabajo y en mi nueva vida, que he viajado por varios países, y estoy a punto de comprarme un auto nuevo.
Todo esto en lo que respecta a las cosas materiales. Pero lo más importante ocurrió en mi vida espiritual: tengo una relación muy linda con el Señor. Él es mi gran amigo y confidente, cuida de mí; y lo fundamental: vivo en obediencia a su Palabra. Hermana querida, no dudes. Sigue fielmente la voz del Señor, no importa las circunstancias ni las consecuencias. ¡Dios nunca te desamparará!.— Ana White.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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