He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa. (Cantares 4:1)
Hay algo en las rosas que cautiva mi espíritu y me mueve a alabar a Dios. Cerca de mi ventana, por ejemplo, crecen rosas amarillas como botones de soles. Por allá, en un soleado recodo del jardín, las rosas trompeteras parecen danzar bajo la luz matinal, ataviadas en vistosos trajes flamencos de color carmesí; mientras sus vecinas, las exóticas y hermosas rosas medallón, parecen aplaudir.
¡Qué magnificencia! Cuánto amor y paciencia ha mostrado Dios en su creación al dar a cada rosa sus características particulares, su color, su textura y aroma, sus cualidades especiales, y su exclusividad.
Al final de un arduo día de trabajo en el jardín, me gusta sentarme a contemplar la perfección de la rosa. Esta flor tan frágil y resistente a la vez, tan difícil y tan perfecta, me recuerda a la mujer, y me induce a imaginar a nuestro Creador fijando cualidades femeninas en ella a la hora de su creación.
Las rosas, como la mujer, son caprichosas en su propio entorno. A su vez, tal como las rosas, las mujeres somos cual delicados capullos. Aprendemos a abrirnos a los vientos de cualquier adversidad, y lo hacemos con raigambre y entereza. Regalamos al mundo el aroma de nuestra personalidad, que es tan único, tan peculiar y distintivo, como el perfume particular de cada rosa.
Las rosas son las reinas del jardín; la mujer, la reina de su hogar. El sabio Salomón, refiriéndose a la mujer prudente, dijo: “Su valor excede al de las piedras preciosas” (Prov. 31:10, RVC).
La mujer temerosa de Dios ha de caminar por este mundo con la idea de que es una flor diseñada por la mano del Creador. Una rosa, diferente a las otras, pero hermanada por un mismo núcleo. La crítica y el menosprecio no caben dentro del corazón transformado. Sé ejemplo para tus hermanas y el hombro donde ellas vayan a recostar su corazón magullado.— Olga Valdivia.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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