“Le dijo Jesús: ‘Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?’ ” (Juan 11:25, 26).
Uno de los días más tristes de mi ministerio fue el 20 de diciembre de 1987. En nuestro colegio de Sagunto, la joven Elena Muñoz, hija de dos veteranos de la obra de publicaciones en España, murió aplastada por un muro mientras preparaba la fiesta de Navidad junto con otros chicos.
En el funeral, el dolor y la perplejidad nos embargaban a todos, padres, profesores, alumnos, amigos y hermanos: “Hoy es un día triste, muy triste, la muerte nos ha quitado violentamente de nuestro lado a nuestra querida Elena, como si se tratase de un jirón arrancado de nuestra carne”, dije al iniciar el sermón. Y, en nuestras almas de creyentes, cuántas preguntas hacíamos a Dios con temor y reverencia: ¿Por qué Señor? ¿Por qué tu mano omnipotente no ha protegido a tu hijita querida?
Lo ocurrido fue una dura prueba para nuestra fe y el consuelo que necesitábamos solo podía venir de ella. Solo de la fe que penetra lo invisible que sustancia la confianza y la esperanza, la fe que viene del oír la Palabra de Dios. Pues bien, en el Evangelio de Juan, hay dos palabras que se repiten frecuentemente, “creer” y “vida”, que mantienen entre sí una relación indeleble de causa a efecto:
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final” (6:40); pero donde esta relación parece más perentoria y evidente es en el episodio de la resurrección de Lázaro.
Cuando Jesús pronuncia las palabras “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque esté muerto vivirá”, lo hace respondiendo a la perplejidad de la fe de Marta y a su dolor por la muerte de Lázaro, porque ella estaba librando la batalla de fe que se dirime entre la trágica realidad presente de la pérdida de un ser querido y la esperanza futura de la resurrección. Por eso le preguntó enfáticamente al final: “¿Crees esto?”
Dirigí la misma pregunta aquel aciago día a todos los atribulados deudos de Elena Muñoz: ¿Crees que Jesús es el Salvador del mundo? ¿Crees que Jesús es el Dador de la vida? ¿Crees que él te ama? ¿Crees que él participa hoy de tu dolor? ¿Crees que resucitó de los muertos venciendo la muerte?
¡Cree! Porque si crees, verás la gloria de Dios (11:40).
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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