“Porque este, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y es hallado” (Lucas 15:24).
Walter Flandera, profesor de Ciencias del colegio adventista de Bogenhofen (Alemania), nos contó cómo su madre, una fiel adventista del séptimo día, sufría al ver cómo su hijo se distanciaba de la iglesia a medida que avanzaba en sus estudios universitarios. En Europa, entonces, las naciones y los hombres se estaban destruyendo unos a otros presas del frenesí y de la locura del fanatismo político. Para Walter, el Dios de amor de su madre o no existía o los había abandonado.
La angustia de la mujer fue todavía mayor el día que alistaron a Walter en el ejército y tuvo que marchar a la guerra. La pobre madre pensó que, tal vez, nunca más volvería a ver a su hijo. Le torturaba el temor de que la muerte pudiera sobrevenirle mientras dudaba de Dios y sin haber aceptado el sacrificio de Cristo como prenda de su salvación personal.
No obstante, ella le había educado en los caminos de Dios y los principios bíblicos. Antes de que partiera, le dio un ejemplar del Nuevo Testamento, y le dijo que oraría todos los días para que Dios le preservara la vida, lo abrazó entre sollozos y se despidió de él.
Los horrores de la guerra endurecieron el corazón de Walter y le hicieron sentir indignación y rebeldía contra el Dios providente que le había enseñado su madre. Nunca abrió aquel Nuevo Testamento que llevaba en la guerrera, tampoco oró como lo había hecho de niño y, habiendo visto morir a muchos de sus compañeros de milicia, no quiso admitir que su vida dependía de Dios, creyendo que, en cualquier momento, él podía ser también una víctima de la guerra.
Así es, llegan momentos en la vida de los jóvenes en que la religiosidad transmitida y enseñada por los padres debe volverse autónoma, personal y, a veces, en ese tránsito, se produce una crisis que origina quiebras espirituales. Si además hay factores ambientales y circunstancias que propician dudas, inseguridad y frustraciones, la crisis puede llegar a ser dramática y definitiva.
Pero Dios no es ajeno a ese proceso, su providencia está actuando en el desarrollo de nuestra experiencia y va a conducir los acontecimientos de tal forma que, sorprendentemente y valiéndose de nuestra sinceridad, volvamos a recuperar la fe.
¿Estás tú alejándote de la fe? ¿Has pensado en abandonar la iglesia? ¿Te sientes abrumado por las incógnitas que te taladran la cabeza? Si es así, quiero recordarte que el Señor está dispuesto a mostrarte de manera evidente que hay un Dios en los cielos…
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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