“El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
“¡Vive la vida!” fue el tema de una campaña de evangelización que organizamos en España años atrás. Yo tuve el privilegio de predicar durante un mes en la ciudad de Murcia (España). Días antes del comienzo, se distribuyeron miles de invitaciones, anuncios en prensa y radio y en la fachada de la iglesia se instaló un gran cartel que decía: “¡Vive la vida!” Angelita, la esposa del pastor de la iglesia, se encontró un día con un joven que vivía muy cerca del templo.
Era un joven de unos veinte años, de aspecto triste, sin luz en los ojos, parecía desengañado de muchas cosas a pesar de su corta edad. Ella le habló de “¡Vive la vida!”, lo animó y le entregó un prospecto. El joven la escuchó, preguntó dónde se iban a dar las charlas y se despidieron. Angelita esperaba ver entrar aquel joven por la puerta, pero no vino.
Una tarde me dirigía a dar la conferencia cuando vi que había mucha gente mirando al balcón de un tercer piso. Allí no había nadie, pero al mirar al suelo, vi un enorme charco de sangre, apenas cubierto con arena. Pregunté y me dijeron que un joven se había lanzado desde el tercer piso. ¿Cómo era posible que tan cerca de donde se estaba hablando de “¡Vive la vida!” alguien se la quitara?
Al comentar el hecho con Angelita, se estremeció, se llevó las manos a la cabeza y dijo: “¡Es él! ¡Es él!” La prensa del día siguiente confirmó, en efecto, la muerte del joven que tuvo tan cerca la vida y no supo aprovecharla. El título de mi charla el día del suicidio era: “La mente: mi paraíso y mi infierno”. Está claro que, para aquel pobre joven, su mente había sido un infierno.
Pero si es tristemente cierto que Satanás solo vino para “hurtar, matar y destruir”, Cristo vino para que “tengamos vida”. ¿En qué consiste la vida plena que Cristo nos ofrece? El apóstol Juan nos responde: en tener paz interior, la paz verdadera que él nos da (14:27); en vivir amando a los demás (13:34); en creer en Jesús (20:31); en vivir con esperanza (11:26); en vencer con el amor el temor (1 Juan 4:18); en vivir en armonía con la Ley de Dios (15:10); en guardar una perfecta comunión con Jesús (1 Juan 5:12).
Pide a Dios que te ayude a vivir hoy como él espera.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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