“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño, porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11).
El relato evangélico de la vida del apóstol Pedro dice que, en tres ocasiones importantes, Pedro se quedó dormido en momentos relevantes de su vida.
La primera vez, Pedro se durmió en el momento de la transfiguración (Luc. 9:28-36). Se acercaba la semana de la Pasión, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan y se los llevó a un monte para orar. Mientras él oraba, su rostro y sus vestidos se volvieron resplandecientes, entonces, Moisés y Elías aparecieron en su gloria y hablaban con él.
Pero Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño y, por poco, se quedan sin contemplar la gloria de Jesús ni escuchar la voz del cielo que confirmó la divinidad del Maestro.
La segunda vez, Pedro se quedó dormido en el Getsemaní (Mar. 14:32-42).
Jesús estaba angustiado, necesitaba más que nunca el apoyo de los suyos y la ayuda del Padre. Así que tomó, de nuevo, a Pedro, Santiago y Juan y los llevó al lugar donde habitualmente se reunían para orar. Les pidió que orasen por él y por ellos mismos para no entrar en tentación; mientras, él hacía lo mismo un poco más lejos llorando y sudando sangre. Pero en dos ocasiones los encontró durmiendo, rendidos de sueño: “Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?”
La tercera vez, Pedro se quedó dormido en la prisión de Jerusalén (Hech. 12:6-11). Herodes, el tetrarca, había matado ya a Santiago y quería hacer lo mismo con Pedro para congraciarse con los judíos. Pero este, en un calabozo, entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, dormía plácidamente. Un ángel del Señor tocó a Pedro en el costado para despertarlo y lo sacó de la cárcel.
Como Pedro, a veces dormimos cuando debiéramos estar despiertos y velando.
Dormimos cuando Dios nos va a manifestar su poder, cuando va a reconfortar nuestra fe y seguridad en él, cuando nos quiere preparar para momentos difíciles en los que seremos probados. Como Pedro, a veces dormimos cuando Jesús espera nuestra colaboración responsable, comprometida y activa. Dormimos inconscientes mientras él se preocupa porque está en juego la salvación de las almas. ¿Acaso dormimos como las vírgenes fatuas esperando su venida?
¡Atención! Pablo nos dice: “Es ya hora de levantarnos del sueño, porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”.
Pidamos a Dios hoy que nos ayude a velar y orar en todo momento. Así estaremos listos para enfrentar los desafíos de la vida.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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