Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?… Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Lucas 2:49, 51.
¿Qué sentirías si fueras un ingeniero nuclear, doctorado por una de las universidades más importantes del mundo, y además tuvieras un título de posgrado en Educación y Psicología, y ya en la edad madura, y luego de haber atravesado por muchas y diversas experiencias en la vida, por alguna circunstancia tuvieras que obedecer las órdenes de un niño de cinco años, que carece de madurez y sabiduría, y a quien solo le interesa jugar, comer y dormir? ¿No sentirías una gran frustración, impotencia y humillación?
Algo parecido, pero en escala infinitamente mayor, le sucedió a Jesús. Como ya hemos visto anteriormente, Jesús era Dios hecho hombre: un misterio que no podemos entender ni explicar del todo. Como tal, era el Ser omnipotente, omnisapiente e infinito en amor y bondad. Toda la sabiduría del universo estaba a su disposición: en él, “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2:3).
Pero el texto de reflexión para hoy nos dice algo maravilloso: Jesús, siendo ya un muchachito de doce años, casi adolescente, transitando por una etapa de la evolución psico-afectiva-intelectual ya muy desarrollada, como todos los chicos de esa edad, “estaba sujeto” a sus padres.
Seguramente, aunque José y María debieron de haber sido seres humanos extraordinariamente bondadosos y sabios aun en su sencillez de campesinos, participaban de las debilidades y las limitaciones de la humanidad. Seguramente ese muchachito, de quien los que lo oyeron en el Templo “se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas” (Luc. 2:47), estaba muy por encima de los razonamientos, los juicios, los sentimientos y las reacciones falibles de sus padres terrenales.
Sin embargo, el relato del evangelio, candorosamente, nos dice que el jovencito Jesús “estaba sujeto a ellos”. ¡Qué maravillosa descripción del carácter y el amor de Jesús! ¡Qué ejemplo extraordinario, para los niños y los jóvenes modernos, del amor y el respeto que, como hijo, Jesús tenía por sus “pobres” padres terrenales! Él supo honrar el mandamiento “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxo. 20:12).
DEVOCIÓN MATUTINA JÓVENES 2015
EL TESORO ESCONDIDO
Un encuentro con Dios en tu juventud
Por: Pablo M. Claverie
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