“La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Salmo 85:10).
Nadie puede vivir sin alimentos. El hambre y la sed designan un deseo ardiente, una necesidad apremiante del espíritu y del cuerpo. Y la justicia a la que esta bienaventuranza se refiere no es la justicia social o política que tantos vanamente proclaman y por la que otros luchan, se rebelan y mueren, sino el veredicto soberano de Dios que libera y salva a todos los oprimidos del diablo.
Justicia divina que es santidad, semejanza a Dios, conformidad con su Ley, amor, que se obtiene gratuitamente “sin dinero y sin precio” y que hace posible una justicia-fidelidad del creyente agradecido. De esta justicia, dijo Cristo, serán hartos.
El peregrinaje de los hijos de Dios por este mundo requiere que cada creyente disponga de una alimentación física y espiritual adecuada: “Así como necesitamos alimentos para sostener nuestras fuerzas físicas, también necesitamos a Cristo, el pan del cielo, para mantener la vida espiritual y para obtener energía con que hacer las obras de Dios. Y de la misma manera como el cuerpo recibe constantemente el alimento que sostiene la vida y el vigor, así el alma debe comunicarse sin cesar con Cristo, sometiéndose a él y dependiendo enteramente de él” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 21).
Y es que la experiencia cristiana no se asemeja a participar de una tragantona un día de fiesta, para luego olvidarnos del momento. Más bien, se trata de degustar cada mañana de un alimento nutritivo, que nos da las fuerzas necesarias para vivir ese día con una buena actitud.
“Si en nuestra alma sentimos necesidad, si tenemos hambre y sed de justicia, ello es una indicación de que Cristo influyó en nuestro corazón para que le pidamos que haga, por intermedio del Espíritu Santo, lo que nos es imposible a nosotros. Si ascendemos un poco más en el sendero de la fe, no necesitamos apagar la sed en riachuelos superficiales; porque tan solo un poco más arriba de nosotros se encuentra el gran manantial de cuyas aguas abundantes podemos beber libremente” (ibíd.).
¿Deseas ardientemente que Dios te perdone y limpie tu vida? ¿Sientes una enorme necesidad de comprender las Escrituras y cumplir la voluntad de Dios?
Entonces, no estás lejos del reino de Dios. Te pueden faltar muchas cosas, pero tienes lo fundamental. Siguiendo este camino serás muy feliz y testificarás que hay un Dios en los cielos…
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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