Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá. (Salmo 27:10)
Crecí sin el amor y el cuidado de mi padre. Recuerdo su nombre, Armando, pero aunque me esfuerzo no logro recordar su apellido. Recuerdo que cuando era muy pequeña, alguien me llevaba a su casa algunos domingos, pero a él no logro recordarlo. Sí recuerdo a su hermana, mi tía, una dama hermosa con ojos azules como el cielo. Ella me llevaba a lugares bonitos, con jardines, y me compraba helados y dulce de algodón y… ¡no recuerdo más! Mis memorias son como unas pocas fotografías, sin poder ver más allá de lo que está en el cuadro.
De pequeña viví en diferentes lugares, con distintas tías y primos. Crecí con el deseo constante de conocer a mi verdadero padre. En ocasiones sentía el deseo de poder establecer una relación con él, darle a conocer a Cristo y decirle cómo Dios me había bendecido. En otras ocasiones sentía que quería conocerlo solo para reprocharle y preguntarle por qué me había abandonado, y por qué no había querido formar parte de mi vida.
No sé si mi padre vive o ya murió. Nunca lo encontré, y siento mucho el hecho de que se me negara la oportunidad de conocerlo y pasar tiempo con él. Pero aunque mi padre terrenal no quiso ser parte de mi vida, ¡mi Padre celestial nunca me ha abandonado! Siempre ha estado a mi lado. Desde niña lo conocí.
Cuando me sentía sola, cuando sentía que nadie me amaba, su dulce voz susurraba a mis oídos que él me amaba. Pensó en mí desde antes de poner los cimientos de la tierra. Cuando el pecado entró en el mundo por la desobediencia, Cristo dejó su gloria y vino aquí como un ser humano para dar su vida en la cruz del Calvario, para que yo pudiera tener la opción de aceptarle y obtener la vida eterna.
Yo no quiero que el día que Cristo venga me pregunte por qué no lo acepté, por qué lo abandoné. No quiero hacer lo que hizo mi padre; yo quiero amar a Cristo, y que él sea parte de mi vida aquí y en el cielo.
Te animo a que lo invites hoy mismo a ser parte de tu vida. La decisión es tuya, pues él ya decidió desde antes de que tú nacieras que quiere formar parte de tu vida. Hoy es el día de tu salvación; mañana podría ser muy tarde.—Ana Sylvia Polanco.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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