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“Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él
tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).
Los años de la posguerra fueron años muy duros para
muchas familias españolas: racionamiento de los víveres, desempleo, salarios de
miseria, viviendas sin los más elementales medios higiénicos. El pan estaba
racionado y era escaso y negro, no porque fuera integral, sino porque estaba
hecho de una mezcla de harinas de toda clase.
Mi tío José, hermano de mi madre, era conductor de
camiones y hacía el transporte de pescado desde San Sebastián hasta Zaragoza,
pasando por la región navarra donde, debido a sus fueros históricos y a la
colaboración que prestaron en la Guerra Civil al ejército del general Francisco
Franco, el pan no estaba racionado. Ahí tenían pan blanco, macerado, muy entrado
en harina, esponjoso, con la costra brillante, crujiente.
Mi tío compraba unas cuantas barras de ese pan y,
cuando llegaba a Zaragoza, nos traía a casa una o dos barras. Recuerdo que mi
padre tomaba aquel pan en las manos, lo partía en rodajas y nos lo comíamos como
postre. Para mí y mis hermanos era un verdadero festín y aún hoy, en mi mesa, yo
no sabría terminar una comida sin echarme a la boca un trozo de
pan.
El pan es el alimento básico de millones de
personas. Representa, por consiguiente, todo lo que necesitamos para subsistir.
Hasta aquí, el Padrenuestro nos ha invitado a pedir por el nombre, el reino y la
voluntad divinos; ahora debemos pedir por nosotros, con esa confianza concreta y
precisa del hijo que pide a su padre el alimento para poder vivir. “Danos hoy”,
reza el Padrenuestro, porque Dios es el único que posee todo, el gran dador de
todo y el hombre, su criatura, el que recibe todo.
En esta oración, volvemos a ser criaturas junto al
Creador, con los vínculos de confianza que nos permiten ir y venir sin
preocupación porque sabemos que Dios “tiene cuidado de
nosotros”.
Pero la petición del pan cotidiano va más allá de
nuestras carencias materiales; pedimos también el pan de la amistad y el afecto
humano; el pan del amor conyugal y la paz familiar; el pan de la salud y el gozo
de vivir; el pan de la libertad y la paz social.
Y ese pan cotidiano del Padrenuestro representa
además el pan del cielo, la Palabra de Dios, el pan de vida, el que alimenta y
hace vivir nuestra fe: “Escrito está: ‘No con solo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra que sale de la boca de Dios’ ” (Mat. 4:4).
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS
2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol
Buil
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