Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. (Lucas 15:20)
Las circunstancias los habían separado casi desde el mismo momento de su concepción, y no por decisión propia. Ellos ni siquiera pudieron opinar sobre si querían convivir o no; otros decidieron por ellos, y finalmente lograron separarlos. Padre e hija nunca se habían visto, mucho menos abrazado; un beso, ni soñarlo. Pero aquel día, una llamada telefónica logró finalmente entablar la comunicación.
La carretera se hacía larga, el velocímetro marcaba mucho más de lo acostumbrado. De repente allí, en el sitio indicado, en un lugar cualquiera, estaba la pequeñita. Él bajó del auto rápidamente. Sus miradas se encontraron, y fue ella quien hizo lo impredecible: extendió sus pequeños bracitos y rodeó el cuello de su papá. Se fundieron en un cálido abrazo, capaz de hacer rodar las lágrimas del más duro de los corazones.
Allí estaban, embelesados por un amor inmensurable. Dejaron que su corazón se expresara. Sonrisas, latidos, abrazos, besos y muchas muestras de afecto se desbordaron es ese momento. Y llegó la despedida, que fue conmovedora: ella, movía su manito, mandando besos desde la distancia, sin dejar de mirarlo. Ambos caminaban mirando hacia atrás, deseando que la distancia no empequeñeciera la imagen del ser amado.
Ante ese cuadro, mis pensamientos se trasladaron al retorno de Cristo. Llegará el momento cuando se oirá una llamada. Será el sonar de muchas trompetas, que anunciarán que el Padre viene a toda velocidad desde el cielo. Se acerca el día, cuando en algún lugar de nuestro universo, en este planeta oscuro, el Padre celestial correrá hacia ti y te dará ese abrazo que tanto has anhelado, que tanto has esperado.
Ojalá que en ese día estemos preparadas para extender nuestros brazos y rodear su cuello. Estoy segura de que él habrá tomado la iniciativa, pues nos ama intensamente; y nos rodeará con sus brazos, nos besará y nos dirá al oído que ya estamos seguras, en el lugar donde siempre debimos estar, en los brazos cariñosos de nuestro Padre celestial.— Beatriz Rodríguez.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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