“¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas ni ha jurado con engaño. Él recibirá bendición de Jehová y justicia del Dios de salvación” (Salmo 24:3-5).
Hay una curiosa correspondencia antagónica entre las ocho bienaventuranzas pronunciadas al comienzo del ministerio público de Jesús y los ocho ayes lanzados contra los fariseos y escribas. Las bienaventuranzas son el camino abierto por Cristo para acceder al reino de los cielos, los ayes señalan que los escribas y fariseos cerraban el reino de los cielos a los hombres (Mat. 23:13, 15).
Las bienaventuranzas exaltan la bondad y la misericordia con los menesterosos, los ayes condenan a los líderes del pueblo por el modo como trataban a las viudas, y por el olvido de la justicia, la misericordia y la fe (Mat. 23:14, 23). Jesús llama bienaventurados a los mansos, pacificadores que sufren persecución; en los ayes, Jesús acusa a los fariseos y escribas de perseguidores y asesinos (Mat. 23:34, 35).
También la bienaventuranza de los limpios de corazón tiene su contraposición en los ayes. La limpieza a la que se refiere Jesús no es el ideal imposible del corazón exento de pecado; no es simplemente estar limpio de concupiscencia; es la limpieza del corazón sincero, fiel, servidor de Dios; es el corazón del hombre que subirá al lugar santo de Dios: “El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas ni ha jurado con engaño” (Sal. 24:4). Es todo lo contrario de la falsedad hipócrita de los fariseos y escribas: “Limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia” (Mat. 23:25).
Jesús dijo que estos verán a Dios. ¿Cómo lo verán? ¿Dónde? Como en otras promesas de las bienaventuranzas, esas bendiciones se cumplen aquí y ahora; y más plenamente, en la eternidad. Elena de White nos asegura: “Cuando estamos escondidos en Cristo vemos el amor de Dios. […] Por la fe lo contemplamos aquí y ahora.
En las experiencias diarias percibimos su bondad y compasión al manifestarse su providencia. […] Los de limpio corazón viven como en la presencia de Dios durante los días que él les concede aquí en la tierra y lo verán cara a cara en el estado futuro e inmortal, así como Adán cuando andaba y hablaba con él en el Edén” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 27).
Este día pídele a Dios que limpie tu corazón. En él hay poder para transformar tu vida
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
0 comentarios:
Publicar un comentario