“Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros” (Mateo 5:11, 12).
En una ocasión, un grupo de disidentes de una importante iglesia de la Unión Adventista Española, con inusual hostilidad, se propuso desprestigiar ante la sociedad la fe de sus antiguos correligionarios. No solo comparecieron en programas de radio y televisión, sino que se pusieron en contacto con una diputada de un partido político que había iniciado una campaña de investigación y denuncia de lo que ella entendía como “sectas peligrosas”.
Le entregaron documentación y publicaciones a las que la señora diputada, inducida por los disidentes y protegida por la inmunidad parlamentaria, daba una interpretación sesgada, deliberadamente denigrante de la Iglesia Adventista. Aunque algunos medios de comunicación acusaron a la diputada de oportunismo y de falta de mundo político, durante algunos años, fue la voz más autorizada en España sobre el tema de las sectas.
Nunca aceptó nuestras invitaciones para visitar las oficinas o alguna de nuestras iglesias, para consultar los archivos o preguntar directamente a los miembros.
Nunca quiso hablar con nosotros para aclarar los errores que estaba publicando; por el contrario, sus invectivas y falsas acusaciones se repetían semana tras semana en periódicos, revistas y entrevistas. Para los adventistas españoles fue una verdadera pesadilla. Finalmente, en las elecciones de 1990, perdió el acta de diputada, fue desposeída de inmunidad y tuvo que afrontar veintiocho juicios de denuncias por difamación.
En ese tiempo, aceptó un debate conmigo por radio y quedó clara la desinformación de que había sido víctima por no escuchar más que a disidentes de nuestra Iglesia. Nunca más volvió a hablar contra los adventistas del séptimo día.
“Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”. Esta sutil persecución no atenta contra la integridad física o la vida de los hijos de Dios, sino contra su honor, su credibilidad y su reputación.
No los encierra en sombríos calabozos de piedra, sino en cárceles de papel, encadenados por cadenas de palabras, imágenes y columnas periodísticas que, amparadas por la libertad de expresión, injurian, ultrajan y denigran impunemente, a la iglesia. ¡Cuidado! esta persecución no es menos cruenta que las otras y sí es mucho menos honrosa.
No olvides que Dios protege a su iglesia contra cualquier ataque. Si hoy recibes un ataque por causa de Jesús, recuerda que tu recompensa será mucho mayor.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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