“Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente estaba admirada de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas”. (Mateo 7: 28-29)
La gente de Nazaret fue impresionada cuando le oyó predicar en la sinagoga: “Vino a su tierra y les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban y decían: ‘¿De dónde saca éste esta sabiduría y estos milagros?’ ” (Mat. 13:54). La admiración por la enseñanza de Jesús era evidente. El apóstol
Juan nos cuenta cuál fue la reacción de los ministriles enviados por los fariseos para que arrestaran a Jesús. Cuando volvieron sin él, dijeron: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7:46). Cuando Jesús preguntó a los apóstoles si también ellos querían marcharse, en el triste desenlace del sermón del pan de vida, Pedro respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68). Elena de White nos revela en el libro La educación siete de los secretos que daban excelencia y poder a la enseñanza de Jesús:
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Conocía y comprendía el alma humana: “El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender a la humanidad” (p. 71).
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Vivía y practicaba lo que enseñaba: “No solamente enseñó la verdad; él era la verdad” (p. 71).
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Denunciaba y reprendía el mal sin paliativos: “Cristo reprendía fielmente. […] Delataba el mal como enemigo de aquellos a quienes trataba de bendecir y salvar” (p. 71).
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En cada ser humano discernía posibilidades infinitas: “Veía a los hombres según podrían ser transformados por su gracia” (p. 72).
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Recibía vida de Dios y la impartía a los hombres: “Como hombre, suplicaba ante el trono de Dios, hasta que su humanidad se cargaba de una corriente celestial que unía la humanidad con la Divinidad” (p. 73).
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Se concentró en lo fundamental: “No se ocupó de teorías abstractas sino de lo que es imprescindible para el desarrollo del carácter” (p. 73).
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Unía las cosas temporales con las de la eternidad: “Establecía la verdadera relación entre las cosas de esta vida, como subordinadas a las de interés eterno pero no negaba su importancia” (p. 74).
Elena de White concluye así: “En presencia de semejante Maestro […] es una necedad buscar una educación fuera de él […] apartarse del Manantial de aguas vivas, y cavar cisternas rotas que no pueden contener agua” (p. 75).
Acepta hoy las grandes enseñanzas de Jesús.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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