“El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal y sus labios no hablen engaño; apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala” (1 Pedro 3:10, 11).
La paz verdadera se funda primeramente en la paz con Dios: la reconciliación obrada por Jesucristo y la justificación aceptada por la fe nos devuelven la armonía con Dios. Así lo dice el apóstol Pablo: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Rom. 5:1, 2).
La segunda condición de la paz verdadera es la paz con nosotros mismos, una conciencia sin remordimiento, un espíritu sereno, una mentalidad positiva concretan la paz interior. Finalmente, la tercera condición de la paz verdadera es la paz con nuestro prójimo: nuestra familia, nuestros hermanos en la fe, los extraños, incluso los que se consideran nuestros enemigos. “El que está en armonía con Dios y con su prójimo no sabrá lo que es la desdicha. No habrá envidia en su corazón ni su imaginación albergará el mal; allí no podrá existir el odio” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 27).
Los pacificadores construyen la paz. No se conforman con gozarla como un fruto personal de su equilibrio mental, más bien, crean los condicionantes necesarios para que otros tengan paz; se comprometen, buscan, propician, defienden y siguen la concordia. Un constructor de paz es un activista silencioso, bondadoso y benigno de la bandera de la conciliación, es un resistente pacífico contra la violencia, como lo fue Jesús, por eso son llamados hijos de Dios:
“El corazón que está de acuerdo con Dios participa de la paz del cielo y esparcirá una influencia bendita. […] quienquiera que incite a los demás, por palabra o por hechos, a renunciar al pecado y entregarse a Dios, es un pacificador. […] El espíritu de paz es prueba de su relación con el cielo” (ibíd., p. 28). El texto de Pedro nos dice que este es el secreto: gozar de la vida y ver días buenos.
Te invito a ser un pacificador que revele al mundo la esencia del evangelio.
Muestra con tus actitudes el equilibrio y la serenidad que resultan de haber estado en comunión con Jesús. Entonces, muchos podrán percibir que hay un Dios en los cielos…
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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