Skip to content
“No faltó ni una palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel. Todo se cumplió” (Josué 21:45).
En la historia del éxodo hebreo a Canaán encontramos todos los pasos de una verdadera aventura de fe. En primer lugar, la orden divina: “Levántate, pasa este Jordán”. Luego, tenemos el objetivo: conquistar la tierra. No puede faltar la actitud necesaria: “Esfuérzate y sé valiente”.
También se menciona el método: “No te apartes ni a diestra ni a siniestra”. Por supuesto, hay una promesa: “Harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien”. Finalmente, el cumplimiento de la promesa: “Todo se cumplió”.
Dios había dicho: “Yo os he entregado, tal como lo dije a Moisés, todos los lugares que pisen las plantas de vuestros pies” (Jos. 1:3); “tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra que juré dar a sus padres” (Jos. 1:6); “Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas” (Jos. 1:9). Las ciudades-estado cananeas sucumbieron una tras otra, y los israelitas vieron el cumplimiento de la Palabra del Señor. La expresión “todo se cumplió” es el epílogo de la conquista, el testimonio de la certezas de las promesas divinas.
En la vida de un creyente, lo cotidiano y lo sagrado están entrelazados: la fe en la Providencia, la esperanza, el gozo del discipulado, la lucha con la tentación, el descubrimiento y afirmación del poder divino, la fidelidad; y, por otra parte, las penurias de la vida familiar, lo intrincado de la convivencia, la obligación del trabajo, las insoslayables necesidades materiales, la enfermedad, el temor, el desánimo, la inseguridad. En la vida de un cristiano no se puede disociar lo santo de lo profano, las cosas de Dios y las del mundo. En realidad, involucramos a Dios en todos los actos de la vida.
Pero ¿qué nos enseña la conquista de Canaán con relación a las promesas de Dios? Lo primero, que debemos cooperar con Dios en el cumplimiento de sus promesas. Dios no hará por nosotros aquello que nosotros hemos de hacer. Segundo, que debemos seguir estrictamente lo que Dios nos ordena. Tercero, que Dios no cumplirá sus promesas cuando haya anatema en nuestra vida.
Cuarto, que debemos depurar nuestra fe del egoísmo, de la suficiencia propia y de la presunción. Quinto, que debemos perseverar aunque tengamos algún resultado aparentemente negativo. Finalmente, no olvidemos que, sin Dios, una simple telaraña puede parecemos un muro infranqueable, pero junto a él, el obstáculo insalvable se vuelve una nimiedad.
Las antiguas promesas divinas siguen vigentes para ti también. Pide hoy a Dios que cumpla sus propósitos en tu vida.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
0 comentarios:
Publicar un comentario