abril 21, 2015

De huérfanos a herederos | Matutina para Mujeres

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Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.     (Eclesiastés 11:1.)
El primer sábado de tarde en Valle Bajo, solo vinieron veinte niños a las actividades espirituales. Inicié mi labor misionera jugando con los chicos. Al observarlos, seleccioné a los más grandes y los nombré mis ayudantes. Eran rebeldes y bruscos, así que les pedí que, en cada reunión, estuviesen a cargo de dos o tres más pequeños y que velaran por alcanzar juntos el objetivo del juego.
Eran juegos en equipo, en los que debían realizar distintas actividades: leer, escribir o pintar en papeles sobre la mesa o la pared. Estas actividades implicaban cierto contacto físico entre sí, con las manos o los brazos. Esto los ayudaría a sentir aceptación y afecto por los demás, lo que no experimentaban en su casa.
¡La primera experiencia fue terrible! Casi lloré; hasta que descubrí al líder. Era el mayor. A sus catorce años no era bueno en los estudios, vivía con la abuela, y ya estaba involucrado con pandillas. Lo desafié y le permití que ganara, para obtener su confianza; luego le pedí que fuese mi monitor. Así estuvo haciendo cosas para mí, y no pudo hacer desorden.
Después de un mes, el grupo había crecido. Ya oraban en voz alta, leían la Biblia y me ayudaban a llevar las sillas al lugar de reunión. Las niñas iniciaron un grupo coral, y vi mejorías en algunas notas escolares. Empezaron a formar una amistad; iniciamos prácticas de voleibol, apoyados por los Guías Mayores de la iglesia más cercana. Ya no solo venían por el almuerzo, ahora empezaban a desarrollar su fe.
Tuve que retirarme del proyecto, pero fue grato escuchar, meses después, algunas expresiones de reconocimiento por parte de algunos padres de esos niños: “la extrañamos”, “seguimos en la iglesia”, “gracias por traernos la fe”. Dos de las niñas del coro se mudaron de ciudad, y continúan en el ministerio de alabanza en su nueva iglesia. Hace pocos días, uno de los padres de aquellos chicos me dio la más grata sorpresa: me llamó para invitarme a su bautismo en la Iglesia Adventista.
¡Dios proveyó el pan! Tengo confianza en que, cuando vuelva Jesús, he de hallar el pan echado sobre esas aguas.
Amiga, no temas servir a Jesús donde él te envíe. ¡Él se encargará de los resultados!-Merly Maestre Castro.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015 Jardines DEL ALMA
 Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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