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“Mi siervo Moisés ha muerto. Ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, hacia la tierra que yo les doy a los hijos de Israel” (Josué 1:2).
En el plan de Dios, a cada generación le toca responder a una determinada coyuntura histórica. Cada generación tiene que afrontar nuevos retos. Pero Dios tiene hombres y mujeres aptos para enfrentar cada una de estas situaciones. Así como Moisés fue el gran caudillo del éxodo, Josué fue llamado a ser el gran dirigente de la conquista de la tierra prometida.
Pasar el Jordán era comenzar una nueva aventura, la última etapa del camino hacia la esperanza. Y el Señor ordenó a Josué: “Levántate y pasa este Jordán”.
¿Pero quién era Josué? Un hijo del desierto de padres esclavos. No era un estadista ni un estratega militar, ¿cómo podría gobernar aquel pueblo de dura cerviz? ¿Cómo organizaría la vida nacional y el culto en la tierra de promisión una vez terminada la conquista? Con temor y temblor pensaba en el paso del Jordán.
Por eso el Señor le dijo: “Yo os he entregado, tal como lo dije a Moisés, todos los lugares que pisen las plantas de vuestros pies. […] como estuve con Moisés, estaré contigo. […] Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas” (Jos. 1:3-5, 9).
Animado por estas palabras, Josué se acercó junto con el pueblo de Israel a la orilla del Jordán. Pasaron allí tres días acampados recibiendo instrucciones: debían primero santificarse; luego, el Señor les haría testigos de una intervención providencial. Aunque era el tiempo de la crecida de las aguas y el río estaba desbordado, cuando los sacerdotes, portando el arca del testimonio, introdujeron sus pies en las aguas, estas se detuvieron y pasaron todos en seco.
Aquel milagro fue una señal para los israelitas y para los reyes cananeos. Al otro lado del río, cerca de Jericó, Josué tuvo una revelación del Todopoderoso.
Todos tenemos nuestro más corto o más largo éxodo personal, un camino de esperanza donde también hay un Jordán que debemos pasar para conquistar las promesas de Dios. Hoy Dios también nos dice: “Levántate y pasa este Jordán”. ¿Cuál es nuestro Jordán? ¿Qué dificultades tenemos que afrontar hoy en la vida?
¿Hemos recibido la orden del Señor, pero hemos recibido también sus palabras de ánimo y la visión del Todopoderoso? Dios nos asegura que su divina providencia nos permitirá pasar en seco las aguas tumultuosas de nuestro Jordán, como lo hizo con aquel pueblo de gentes indefensas.
¿Qué estás esperando? ¡Es tiempo de avanzar!
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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