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“Desde los cielos pelearon las estrellas, desde sus órbitas pelearon contra Sisara. Los barrió el torrente Cisón, el antiguo torrente, el torrente Cisón. ¡Marcha, alma mía, con poder!” (Jueces 5:20, 21).
Barac se levantó y respondió al llamamiento de Débora: “Ve, junta a tu gente en el monte Tabor y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón.
Yo atraeré hacia ti, hasta el arroyo Cisón, a Sisara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos” (Juec. 4:6, 7). Barac movilizó un ejército y se dispuso a pelear. La batalla se dio en uno de los enclaves más estratégicos de toda la geografía de Palestina, cerca del desfiladero del Carmelo, en la llanura de Esdraelón, a los pies de Meguido, un lugar consagrado por la guerra.
Barac no pretendió librar batalla en la llanura, donde los novecientos carros herrados de Sisara eran muy poderosos, así que ascendió con sus hombres la ladera del Tabor para esperar las órdenes de Dios. El río Cisón atraviesa la llanura de Esdraelón llevando poca agua. Los carros de Sisara maniobraban perfectamente en las inmediaciones del monte, pasando y traspasando las escasas aguas del Cisón superior, haciendo alarde de su poder ante los israelitas, pero Débora y Barac no se inquietaban, tan solo esperaban la intervención divina.
De pronto, negros nubarrones aparecieron en los cielos que descargaron torrentes de agua sobre la ladera del Tabor y sobre la llanura. El Cisón se desbordó e hizo impracticable el terreno a las máquinas de guerra de Sisara, arrastrando a los carros y caballos que no quedaron atrapados en el barro. Entonces los israelitas, con su caballería ligera, descendieron del Tabor, los rodearon, los desbarataron y los vencieron.
Débora y Barac cantaron después de la batalla: “Desde los cielos pelearon las estrellas, desde sus órbitas pelearon contra Sisara. Los barrió el torrente Cisón”. ¿Cómo son las batallas que libramos por el Señor? ¿Cómo serán las que todavía nos aguardan en estos tiempos difíciles? Sigamos las órdenes del Señor dadas al pueblo a través de su sierva y peleemos unidos, porque no todas las tribus participaron en la batalla (Juec. 5:20, 21).
Como dijo Winston Churchill a un opositor: “Somos tan pocos, los enemigos son tantos, nuestra causa es tan grande, que no podemos debilitamos entre nosotros”. Con la providencia de Dios a nuestro lado “haremos proezas y él hollará a nuestros enemigos” (Sal. 108:13).
Dios quiere usarte hoy como un agente liberador de aquellos que sufren a causa del pecado. Prepárate a ver el poder del cielo de manera directa.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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