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“Toda la congregación de Jehová dice así: “¿Qué traición es esta que cometéis contra el Dios de Israel, al apartaros hoy de seguir a Jehová, edificándoos un altar y rebelándoos contra Jehová?’” (Josué 22:16).
Las tribus de Rubén, Gad y media tribu de Manasés habían recibido como heredad las tierras de Galaad, al este del Jordán, ricas en pastos. Terminada la conquista, llegó el momento de la despedida. Josué les instó a que guardaran siempre los mandamientos de Dios y anduvieran en sus caminos (Jos. 22:5). Después los bendijo y tomaron su camino.
Pero cuando llegaron a los límites del Jordán, antes de cruzar el río, erigieron un gran altar. La Ley de Dios prohibía el establecimiento de un culto cismático del que el pueblo tenía en Silo. Así que, cuando los israelitas se enteraron de ello, cundió la indignación en el pueblo y decidieron ir a pelear contra los transgresores.
Afortunadamente, los dirigentes más sensatos propusieron que una delegación del pueblo fuese a pedirles una explicación. Cuando llegaron les dijeron: “¿Qué traición es esta que cometéis contra el Dios de Israel, al apartaros hoy de seguir a Jehová, edificándoos un altar y rebelándoos contra Jehová? […]
Si os parece que la tierra que os pertenece es inmunda, pasaos a la tierra que pertenece a Jehová, en la cual está el tabernáculo de Jehová, y habitad entre nosotros…” (Jos. 22:16, 19). Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés escucharon con asombro aquella acusación y les respondieron: “Jehová, Dios de los dioses, Jehová, Dios de los dioses, él sabe y hace saber a Israel: si fue por rebelión o por infidelidad contra Jehová, no nos salves hoy.
Si nos hemos edificado altar para apartamos de Jehová, o para presentar holocaustos u ofrendas […]. Lo hicimos más bien por temor de que mañana vuestros hijos digan a nuestros hijos: “ ‘¿Qué tenéis vosotros que ver con Jehová, el Dios de Israel? Jehová ha puesto por lindero el Jordán entre nosotros y vosotros, hijos de Rubén e hijos de Gad. ¡No tenéis vosotros parte con Jehová!’ ” (vers. 21-29).
En realidad, aquel altar era un monumento-testimonio del vínculo nacional y religioso que les unía. La explicación pareció bien a la delegación y cada uno se fue en paz a su territorio.
Una iniciativa imprudente pudo dar lugar a una tragedia. Pero la sabia prudencia de preguntar, la aclaración convincente y la calma oportuna de no reaccionar ante el juicio equivocado, sino de poner a Dios por testigo, evitaron el conflicto y trajeron la paz.
Que Dios te ayude a ser cuidadoso con tus palabras y en la forma que te expresas de los demás.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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