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Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina! Isaías 52:7.
La primera vez que percibí la existencia de Dios y su amor fue en una Semana Santa. Yo era interna en un hogar para niñas, con seis añitos. Hasta ahí llegó un grupo de cristianos. Ellos nos hablaron del amor de Dios, del plan de salvación y de la muerte de Cristo en la cruz.
Las ilustraciones de Jesús moribundo en la cruz quedaron grabadas en mi memoria. Su mensaje quedó en mi corazón: ¡Dios es bueno! ¡Me ama! ¡Quiere llevarme al cielo! ¡El cielo es la morada de Dios y es un lugar lindo! ¡El quiere que yo sea una niña buena!
Entonces nos enviaron a dormir. Mientras mis compañeras se alistaban para descansar, yo me arrodillé y oré al Padre celestial. Era tan lindo lo que acababa de aprender, estaba tan conmovida por ese Dios tan bueno, que hice una oración un poquito larga para una niña que jamás había orado. Le dije a Dios que quería ir al cielo para estar con él, y que no me dejara huérfana, ya que mi madre estaba gravemente enferma, a punto de morir. Le pedí que me ayudara a ser una niña buena, y otras cosas sencillas e inocentes.
Creo que el Padre se agradó de aquella oración sincera, sencilla, ¡pues me permitió ver a Jesús! Sí, por breves instantes tuve una visión del rostro amoroso y tierno de Jesús. Quedé sorprendida, emocionada.
Pasaron dos años, y me fui a vivir con mi padre, que era ateo. El a menudo repetía y pregonaba que Dios no existe. Eso me hacía daño, me confundía, ¡pues yo había visto a Jesús, había estado ante su presencia!
Con su respuesta a mi oración, Dios me fortaleció para enfrentar la mentirosa voz del enemigo. Varios años después, antes de su muerte, mi padre pidió que se acercaran sus hijos que estaban allí. Les dijo: “Hijos, tengo que confesar y reconocer que toda mi vida he estado equivocado. ¡Dios sí existe!”
El enemigo no puede seguir engañándonos. Nunca creas sus mentiras. Hay hermosísimas bendiciones para los que creen en Dios: paz, seguridad, protección, gozo… ¡y vida eterna\-Silvana Cabezas.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015 Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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