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Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. (Eclesiastés 11:1.)
Cuando terminé mi conferencia, se me acercó una señora, me dio las gracias y me dijo: “Me gustaría que usted compartiera estos temas en mi iglesia con los padres de mi fundación”. Le dije que me encantaría. La señora anotó mis números de teléfono, y continúe mi jornada de trabajo. A los pocos días, olvidé aquel encuentro porque muchos que me dicen que me van a llamar jamás lo hacen.
Meses después, mientras acudía a una cita médica, me encontré con la misma señora que me había pedido el número telefónico. Me preguntó si aún hablaba de temas de familia, y le respondí que sí. “Mi esposo quiere hablar con usted, pero yo perdí su número. Ya comenzamos a construir la iglesia, y la necesitamos”, me dijo. Le di nuevamente mis datos de contacto y me fui.
Ese fin de semana recibí la llamada del esposo y acordamos que yo iría dos veces por semana a impartir orientación en su iglesia.
Cuando llegamos, los niños comenzaron a venir. Eran más de sesenta. Algunos estaban descalzos, con la ropa sucia, y otros con el uniforme escolar. Los más pequeños llegaban de la mano de sus hermanos mayores. Todos tenían entre dos y quince años: resfriados, delgados, inquietos. Tomaron los alimentos, y les dijeron que el sábado por la tarde yo estaría con ellos.
Por un momento me arrepentí de haber aceptado, pero entonces recordé el pasaje: “Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo hallarás”. Oré: Dios, ¡provee tú el pan!
Entonces comprendí que Dios me asignaba un lugar para servir. Yo pensaba que me encontraría con familias de clase media, pero Dios me envió familias de drogadictos, prostitutas y ladrones. Vi en los rostros de sus hijos la angustia y el dolor de un pasado triste, y el anhelo de un mañana mejor; la ansiedad por una comida diferente, el Pan del evangelio. ¡Y lo compartí con esos niños durante ocho meses!
Querida hermana, Dios nos llama y nos habilita para servirle. Él no hace acepción de personas. Ama a todos los pecadores. El gozo está en servir, no en elegir a quienes serviremos.-Merly Maestre Castro.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015 Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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