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Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. (Salmo 51:1, 2.)
La alabanza pertenece solo a Dios, pero ¿cómo alabarlo cuando vivo en el pecado? ¿Cómo alabarlo cuando estoy angustiada o atribulada?
El Salmo 50:15 dice: “Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás”. El versículo 14 dice: “Sacrifica a Dios alabanza, y paga tus votos al Altísimo”. Y el 23 afirma: “El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios”.
Entonces pienso: ¿Cómo, si estoy llena de pecados, puedo alabar a un Dios santo? El salmista dice: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Sal. 51:1, 2). “Purifícame con hisopo” (vers. 7).
Cuando siento su mano en mi vida, digo: En verdad, oh Dios, tu Espíritu está presto a auxiliar al que reconoce su necesidad de ti. ¡Gracias! “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría” (vers. 6). Me has llenado de gozo a pesar de mi pasado, a pesar de mis limitaciones. Aleja tu vista de mis pecados, y borra todas mis maldades. Hazme sentir el nuevo gozo de tu salvación.
Entonces, y solo entonces, el mundo podrá ver la luz que emana de ti a través de mi relación contigo, para que enseñe a los rebeldes tus caminos y los pecadores se vuelvan a ti (vers. 12, 13). “Señor, abre mis labios” (vers. 15). Las ofrendas a Dios son un espíritu arrepentido.
“¡Tú no desprecias, oh Dios, un corazón hecho pedazos!… Por tu buena voluntad; vuelve a levantar los muros de Jerusalén” (vers. 17, 18; DHH). Porque él, Jesús, es el muro que protege el corazón contrito. Entonces, mi alabanza será aceptada, mi familia será fortalecida, mi iglesia será bendecida por medio de mi relación con Cristo. “Entonces aceptarás los sacrificios requeridos, las ofrendas y los holocaustos” (vers. 19; DHH); es decir, ahora el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, me hace perfecta. ¡Amén!-Linda Rivera.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015 Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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