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“Luego tomó en la mano su cayado y escogió cinco piedras lisas del arroyo, las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y con su honda en la mano se acercó al filisteo” (1 Samuel 17:40).
En el pueblo de Israel llegó a haber guerreros que usaban la honda con gran habilidad, incluso se cuenta de algunos honderos zurdos capaces darle a un cabello sin errar (Juec. 20:16). La Biblia dice que David escogió cuidadosamente cinco piedras para enfrentarse al gigante.
La selección de las piedras era muy importante para los honderos, por eso buscaban las más duras, alisadas, aerodinámicas y con el peso apropiado. Si se lanzaban desde una distancia conveniente, ni muy cerca ni muy lejos, podían ser letales, según la parte del cuerpo donde impactaran. Pero ¿qué representaban las cinco piedras que David metió en su zurrón? Esas cinco piedras son otras tantas armas espirituales que debemos usar en la lucha contra el mal:
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La piedra de la fe. David dijo al filisteo: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina; pero yo voy contra ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado” (1 Sam. 17:45).
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La piedra del amor al pueblo de Dios. Cuando David escuchó las palabras de Goliat desafiando al ejército israelita, con indignación dijo: “¿Quién es este filisteo incircunciso para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” (1 Sam. 17:26).
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La piedra del arrojo y del valor. Llevado ante el amedrentado rey Saúl, David le aseguró sin temblarle las piernas: “Que nadie se desanime a causa de ese; tu siervo irá y peleará contra este filisteo” (1 Sam. 17:32).
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La piedra de la prevención y prudencia. Pero ni la fe ni el valor de David fueron temerarios. Él se proveyó de cinco piedras, por si fallaba con las primeras, evitó el cuerpo a cuerpo y, cuando vio que Goliat retiraba el yelmo de su cabeza, tiró a la frente del gigante, su punto más vulnerable. Y acertó.
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La piedra de la destreza y la experiencia. David había vencido osos y leones con la misma honda. Tenía muy buena puntería y acertó a clavar la primera piedra en la frente del gigante.
Sí, son las piedras de la fe, el amor, el valor, la prudencia y la destreza. Y cada vez que las usemos para enfrentar a los gigantes de nuestro tiempo, seremos testigos de que hay un Dios en los cielos.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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