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“Hoy yo he desafiado -añadió el filisteo- al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo” (1 Samuel 17:10).
Se dice que el filósofo griego Diógenes vivía en un tonel, solo tenía un palo, una alforja y una escudilla e iba siempre descalzo. Se cuenta que, a plena luz del día, lo vieron por las calles de Atenas con una lámpara encendida en la mano. Cuando le preguntaron: “Diógenes, ¿a quién buscas?”, él respondió: “Busco un hombre”.
Goliat también buscaba un hombre que pelease con él. El guerrero filisteo iba bien pertrechado, tenía amplia experiencia en la guerra y estaba seguro de su victoria. Así que, durante cuarenta días estuvo desafiando al ejército de Israel para que alguien luchase con él cuerpo a cuerpo. Entre los hebreos nadie estaba dispuesto a correr un riesgo tan alto.
Saúl se recluyó en su tienda sin saber qué hacer. ¿Quién podría estar dispuesto a combatir contra el gigante? Ese hombre fue el joven David. Aparentemente, Goliat era muy superior a David, pero el chico tenía virtudes muy valiosas para obtener una verdadera conquista:
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Era espiritual, porque interpretó aquella situación crítica como un desafío al Dios del cielo.
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No adoptó una actitud crítica frente a la cobardía de los líderes.
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No quedó indiferente ante aquel desafío. Estaba dispuesto a pelear.
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Había sido ungido por el profeta Samuel y estaba convencido de que tenía una misión que cumplir.
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Tenía convicciones religiosas profundas y sabía de quién dependía la victoria.
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Era un joven experimentado en afrontar peligros.
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Conocía cuáles eran sus armas y peleó con aquella que mejor dominaba.
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No improvisó su estrategia. Trazó un plan que, con la ayuda de Dios, podía darle la victoria.
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No actuó con arrogancia después de la victoria.
La iglesia y el mundo necesitan hoy hombres como David, dispuestos a pelear con los nuevos gigantes de este tiempo que retan al pueblo de Dios. Elena de White dice: “La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos” (La educación, p. 54).
¿Estás listo para enfrentar a tus gigantes este día? No temas a la batalla. No estás solo. Dios está a tu lado.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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