De cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada os será imposible. Mateo 17:20
Cierto día la maestra de los Conquistadores les estaba dando una clase sobre los hábitats de los animales y trajo algunos insectos y animalitos. También trajo peces, y al final de la clase le dio un pececito dorado a cada niño.
Mi niña, Ashley, que entonces tenía diez años, tomó su pececito y lo puso en una pecera. Ella lo cuidó concienzudamente. Le daba de comer, le limpiaba la pecera, y le llegó a tomar mucho cariño al pececito.
Un día cuando llegamos a la casa, el pececito flotaba en el agua boca arriba y no se movía. Ashley lloró desconsoladamente.
-Mami -me dijo entre lágrimas-, oremos para que Dios reviva mi pececito. Yo sé que Dios puede revivirlo porque él lo creó.
-Bueno… -me impactó la fe de mi niña-. Está bien. Oremos.
Mientras ella oraba en voz alta, yo oraba en mi mente. Le pedí a Dios que le concediera el pedido a mi hija para que su fe aumentara. Pero yo sentía preocupación, porque si no era la voluntad de Dios que ese pececito reviviera, podría perder la fe en él. Mientras orábamos, se me vino a la mente zambullir el pez, y parece que a Ashley también, porque lo zambullimos al mismo tiempo. Ashley agarró mi mano, con el pececito, dentro del agua. Cada vez que yo le decía, “hija ya pasó un ratito y aún no pasó nada; mira, te compraré otro”, ella me decía: “No mami, yo no quiero otro; ¡yo quiero mi pececito!”. Y no dejaba que yo sacara mi mano del agua.
Pasaron cuarenta minutos y… ¡Dios contestó la oración de mi niña! Aquel pez comenzó a respirar y a mover su boquita. Pasaron otros diez minutos más y el apreciado pez comenzó a nadar y a saltar.
Esto provocó un cambio en Ashley: su fe aumentó y cada vez confiaba más en el Dios vivo que se preocupa de lo más mínimo. Él contesta cada oración que se hace con fe, aun la oración sencilla de una niña. Sé que Dios no le responderá todas sus oraciones del modo en que ella lo espera, pero sí sé que esa fe infantil irá madurando, y Dios le dará recursos para creer en él aun en la adversidad. Dios es bueno.— Jeannette Castro.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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