“Así que el que piensa estar firme, mire que
no caiga” (1 Corintios 10:12).
El 15 de abril de 1912 el Titanic naufragó en medio del Atlántico tras chocar con un iceberg. Se llevó consigo mil quinientas vidas. Solo hubo setecientos cinco supervivientes.
La colisión se produjo imprevisiblemente por el costado derecho originando un agujero de 75 a 90 metros; dos horas y cuarenta minutos después, fue tragado por el océano. Los restos del navío, considerado por la tecnología de la época como insumergible, reposan a 4.000 metros de profundidad como testimonio espectral de un exceso de confianza.
Una organización de consultores sobre gestión empresarial, Hay Group, extrajo diez lecciones de la tragedia del Titanic que yo quisiera resumir aquí en cinco principios aplicables a los que navegamos en este mundo de tormentas, escollos y peligros, con dirección al puerto de salvación:
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La arrogancia tiene un precio. “¡Insumergible!”, dijeron los armadores.
Hasta blasfemias se pronunciaron desafiando a Dios. La humildad, la dependencia de Dios, son siempre buenas y nos protegen.
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La experiencia puede llegar a ser peligrosa. El capitán del Titanic, Mr. Edward J. Smith, realizaba su última travesía antes de jubilarse. En su historial no figuraba ni un solo accidente; pero, seguro de sí mismo, aquel día no tomó en consideración los radiogramas que avisaban de la presencia de icebergs en la zona.
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Lo más peligroso no se ve. El iceberg impactó bruscamente por debajo de la línea de flotación. Las dimensiones reales del mismo no eran visibles.
A menudo, los mayores peligros que amenazan la vida espiritual no son perceptibles y, a veces, irrumpen con gran violencia destruyéndonos.
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El cumplimiento de las normas no siempre es suficiente. El barco había pasado todas las inspecciones reglamentarias. Pero en el momento del naufragio, constataron con horror que el número de botes salvavidas exigido era insuficiente. Llenando todos los botes solo la mitad de los pasajeros y tripulación podían ser puestos a salvo.
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Los momentos difíciles son una prueba de nuestra lealtad. Las tres cuartas partes de la tripulación pereció en el naufragio. Estuvieron ayudando a los pasajeros. Es en los momentos de seria dificultad cuando
mostramos nuestra lealtad. A veces, es necesaria una crisis para descubrir nuestra verdadera condición.
Cuidado con el exceso de confianza. Pide hoy al Señor que te ayude a ser humilde.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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