Mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria
se vistió como uno de ellos. Lucas 12:27
Era 1918, el año en que terminó la Primera Guerra Mundial. José y Cuquita Castillo vivían en la parte sur del estado de Texas. El hermano José vendía libros y Biblias, y estudiaba con las personas que mostraban interés en la Sagrada Biblia, para después plantar iglesias en los diferentes pueblos.
Eran tiempos difíciles económicamente, pero con la ayuda de Dios habían progresado y ya había algunos grupos de estudio. Cuán contentos estaban José y su esposa. A pesar de recibir muy poco dinero, nunca pasaron hambre porque Dios siempre suplía sus necesidades.
Lo que los perturbaba era que no estaban preparados para afrontar el frío del invierno. La hermana Cuquita tenía un solo abrigo para ir a la iglesia, y otro viejito para utilizar durante la semana. Un día decidió lavar el mejor de los dos abrigos para que estuviera limpio para ponérselo el sábado. Después lo colgó en el alambre detrás de la casa y, como era miércoles, fue a la reunión de oración.
Al regresar a su casa en la noche, salió al patio a buscar su abrigo. Pero ¡no estaba allí! Alguien se lo había llevado. ¿Qué hacer? Solo le quedaba la campera vieja. Entró en la casa, se arrodilló y le pidió a Dios que la ayudara. Pasaron dos días y la hermana Cuquita se preparaba para recibir el sábado. Al mediodía llegó el cartero con un enorme paquete. Ella no podía creer que alguien le hubiera enviado aquella caja a ella, pero tenía su nombre y dirección correcta: The Boston Store, 225 Fifth Avenue, New York City.
“¡Yo no conozco a nadie que viva en Nueva York!”, pensó, pero abrió la caja. ¡Allí estaba un abrigo lindo del color favorito de la hermana Cuquita! Se lo puso y le quedó a la medida. Se inundó de gozo y reverencia, pues Dios había contestado su oración de una forma mucho más grande de lo que ella esperaba, y se la había contestado con la talla correcta.
El sábado fue a la iglesia con gozo y pena, pues las hermanas la veían y se preguntaban de dónde habría conseguido la hermana Cuquita un abrigo tan hermoso y elegante. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Rom. 8:28).— Martha Avala de Castillo.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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