“Luego, ¿por la fe invalidamos la Ley? ¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la Ley” (Romanos 3:31).
En sus polémicas con los judaizantes, Pablo procura que no le interpreten mal en relación con el lugar que ocupan la Ley, la fe y la gracia en la salvación.
El apóstol, usando el estilo socrático de hacer preguntas didácticas que tienen respuestas negativas obvias, introduce sus tesis teológicas aclaratorias con una expresión enfática que contradice y niega las formulaciones de las preguntas: “¡De ninguna manera!” Esta negación es contundente y no se presta a malentendidos. Pablo la usa catorce veces en sus epístolas, siempre después de una frase interrogativa y todas, menos una, en Romanos y Gálatas.
Además de los dos textos iniciales encontramos entre otros: “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Rom. 6:1, 2); “¿Qué, pues, diremos? ¿La Ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley” (Rom. 7:7); “Entonces, ¿la Ley contradice las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque si la Ley dada pudiera vivificar, la justicia sería verdaderamente por la Ley” (Gál. 3:21).
Entonces y ahora el lugar de la Ley, las obras, la fe y la gracia en la salvación, ha sido objeto de debate y encendidas polémicas. Lutero se levantó con el mensaje de la justificación por la fe (sola fide) frente a la salvación por los méritos, del papado. Algunos de sus discípulos entendieron la Ley como opuesta absolutamente al evangelio, otros grupos hicieron depender la salvación de la fe y la obediencia evangélicas.
En todo caso, algunos siguen colocando la Ley frente al evangelio. Pues bien, frente a todos estos malentendidos teológicos que traicionan la verdad, Pablo sigue diciendo: “¡De ninguna manera!” “La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su propia esfera, pero no tienen poder para salvarnos. Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida.
Debe haber un poder que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Únicamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraer esta a Dios, a la santidad” (El camino a Cristo, p. 18).
Suplica hoy al Señor su poder para trasformar tu vida y concederte el don de la obediencia a su santa Ley.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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