“Entonces dijo Jehová al Satán: ‘¡Jehová te reprenda, Satán! ¡Jehová, que ha escogido a Jerusalén, te reprenda! ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?’ ” (Zacarías 3:2).
Jesús Ubieta Bustos militó en las juventudes socialistas, estuvo alistado en el ejército republicano y no fue de los ganadores en la Guerra Civil española. Al terminar la guerra fue detenido y llevado a prisión, entonces tenía dieciocho años.
Después de varios años en diversas cárceles españolas, fue condenado a muerte. En la cárcel de Bilbao, todas las madrugadas, un pelotón de soldados al mando de un oficial pasaba por los calabozos e iba llamando a algunos presos que ya no volvían… pero siempre pasaban de largo por la celda de Jesús Ubieta.
¿Cuándo le llamarían a él? Y ese día también llegó. En un juicio sumarísimo, le preguntaron si tenía algo que alegar y él respondió que jamás había manchado sus manos de sangre. Era socialista porque estimaba los valores de esa ideología política. Después, un sacerdote le dijo que quería confesarle
antes de morir, pero Ubieta se negó rotundamente porque su conciencia estaba limpia y además, porque no era creyente. Entonces, el jesuita lo sacó del grupo y le dijo: “¡Quédate en ese cuarto! Tú y yo tenemos que hablar. ¡Te voy a convencer antes que mueras!” Nunca supo por qué el padre Vilariño no volvió.
¿Había descubierto en él un hombre sincero, cabal, honesto que no merecía morir? ¿O fue el orgullo herido del sacerdote que no quiso tolerar la resistencia del reo, aunque después se olvidó de él?
Dios lo sabe, lo cierto es que, según se ha dicho, el gobierno del general Francisco Franco enviaba el indulto a los presos políticos condenados a muerte, uno o dos días después de la ejecución, pero, en el caso del preso Jesús Ubieta Bustos, el indulto le llegó en vida.
Las autoridades de la prisión se vieron obligadas a dejarle en libertad. Años más tarde, Ubieta entró en contacto con la Iglesia Adventista y fue bautizado, junto con su familia, el 20 de abril de 1969, ejerciendo durante varios años el ministerio del colportaje. Él mismo me contó su providencial historia cuando era colportor.
Satán había condenado a este hombre a ser una víctima más de las purgas políticas de la Guerra Civil española, pero Dios lo exculpó y liberó, fue como “un tizón arrebatado del incendio”.
Los hombres, las circunstancias, nuestros actos nos llevan, a veces, por caminos de desolación y muerte, pero hay un Dios en los cielos que lo puede cambiar todo y librarnos del irremediable incendio.
Agradece hoy la misericordia divina en tu vida.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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