“Vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, y por eso me gozo de vosotros. Pero quiero que seáis sabios para el bien e ingenuos para el mal” (Romanos 16:19).
Antes de concluir la epístola, como una especie de posdata, ante aquellos que causan disensiones y escándalos contra la doctrina, el apóstol tras encomiar la obediencia a la verdad de los creyentes romanos que es de todos notoria, les dice que quisiera que fueran “sabios para el bien e ingenuos para el mal”. ¿Qué quiere decir el apóstol? ¿Cómo y por qué ser sabios para el bien? ¿Qué significa ser ingenuos para el mal?
El término griego akéraios (ingenuos) ha recibido muy diversas traducciones:
“inocentes”, “sencillos”, “inmunes”, “puros”, “sin componendas”. En cuanto a sofous (sabios) que aparece veinte veces en el Nuevo Testamento, ha sido traducido por “prudentes”, “listos”, “ingeniosos”, “avisados”.
Normalmente, un moralista hubiera dicho: “Sencillos respecto al bien y prudentes respecto al mal”, pero Pablo dice justamente lo contrario. ¿Por qué? El término akéraios era usado por los griegos para referirse al vino sin agua o al metal puro, sin mezcla de otros metales, por lo que entendemos que el apóstol quiere decir que respecto al mal solo cabe una sola actitud: el rechazo.
Es decir, no debemos hacer componendas con el mal, es peligroso hacer concesiones, razonarlo o justificarlo. Pablo recomienda una actitud que sea inequívoca, clara, pura, sin mezcla, no intoxicada o adulterada. Es, por consiguiente, la virtud de la rectitud moral que no se alía con mal, que conserva su calidad de metal puro.
Pablo lo explicita en Filipenses 2:15: “Para que seáis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como lumbreras en el mundo”.
Y con relación a lo que es bueno necesitamos discernimiento, prudencia, sabiduría, ingenio. ¿Por qué? Porque podemos estropear o destruir algo bueno, por la manera imprudente y torpe de tratarlo: ¿Es el momento oportuno? ¿Cómo? ¿A quién? ¿Dónde debemos presentarlo, defenderlo o propiciarlo? No bastan las buenas intenciones, no basta con tener razón, no es suficiente que nos asista la verdad. Necesitamos la habilidad práctica, la circunspección, el saber hacer que los griegos llamaban sabiduría. Con el mal, son un peligro la habilidad y la destreza. Con el bien, son un peligro la simpleza y la ingenuidad, ya que se pueden convertir en intransigencia. Jesús dijo: “Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mat. 10:16).
El Señor puede ayudarte a vivir sabiamente en un mundo de pecado.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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