Creí; por tanto hablé, estando afligido en gran
manera. Salmo 116:10
Era verano. La mayoría de los estudiantes ya se habían ido a sus casas; los colportores se habían ido a sus campos de labor. Ese día me desperté temprano, con el propósito de buscar trabajo en Monterrey, México, a fin de pagar mi colegiatura del siguiente año en la Universidad Adventista de Montemorelos.
Durante mis prácticas de enfermería conocí a una familia que me ofreció cuidar en su casa a un familiar enfermo. Me ofrecían hospedaje, comida y un buen pago. Decidí llamar a mis nuevos patrones a fin de confirmarles la dirección e informarles de que en unos minutos saldría rumbo a su casa, cuando me informaron que la señora a quien iba a cuidar había sido internada en un hospital. Por lo tanto ya no necesitarían mis servicios.
Ahora, ¿qué iba a hacer? ¿Dónde trabajaría para conseguir el dinero que necesitaba? Me había quedado sin trabajo, sin hospedaje y sin dinero. Ya los colportores se habían ido; ¡no sabía qué hacer!
A pesar de la aflicción, fui a la oficina de mi mentora y consejera estudiantil, una persona serena y espiritual, que tan solo al hablar con ella me daba mucha paz, y le comenté lo que había pasado y cómo me sentía.
-Querida -me dijo-, no te preocupes por nada. Vamos a orar.
Entonces me sentí tranquila, con la mente despejada. Y decidí ir al hospital “La Carlota” con la jefa de enfermería para solicitar empleo.
-Tenemos trabajo -dijo-, lo que no tenemos es presupuesto. Déjame hablar con la administración. Ven más tarde y te daré una respuesta.
Salí del hospital y me senté en el área de urgencias. Mientras estaba allí, pasó una muchacha. Cuando cruzaba frente a mí se le cayeron $70; recuerdo muy bien: un billete de $50 y otro de $20. Ante mi necesidad, me vi tentada a tomarlos, pero mi conciencia y mis principios cristianos no me lo permitieron, así que le hablé y le dije que se le había caído su dinero. La joven recogió el dinero y se alejó, dándome las gracias.
Agradecí a Dios por preservarme de la tentación, aun en mi aflicción.
Amiga, si sientes que este es el peor momento de tu vida, agradece y alaba a Dios. Él manifestará su providencia.— Rosario Durán Beltrán.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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