“Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiera llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces fue y se llevó el cuerpo de Jesús” (Juan 19:38).
Concepción tenía 18 años cuando comencé mi ministerio en la pequeña ciudad de Liria (Valencia, España). Alicia, una joven de la iglesia, me la presentó y me dijo que quería recibir estudios bíblicos, a pesar de la oposición de sus padres. Era hija única. Además, sus padres tenían una buena posición económica y eran muy conocidos en la ciudad y, bajo ningún concepto, iban a permitir que su hija se relacionara con “los protestantes de la granja”, como llamaban en el pueblo a los adventistas.
En aquel tiempo, los prejuicios religiosos eran enormes, propiciados por las autoridades y por los dos arciprestes de las dos iglesias parroquiales más importantes de la ciudad.
A pesar de todo, Concepción era una joven valiente, dispuesta a seguir adelante con su propósito de conocer la Palabra de Dios. La cuestión era cuándo y dónde. Para evitar que sus padres se enteraran y se lo impidieran, decidimos que los estudios bíblicos los recibiría en las ruinas de una vieja ermita no muy lejos de su casa, a la hora de la siesta, mientras sus padres dormían.
Y así lo hicimos durante casi un año. La joven, acompañada de Alicia, venía por un camino al lugar escogido, y yo iba por otro. Concepción se bautizó en secreto y, hasta hoy, es una fiel miembro de la iglesia de Liria. Cuando sus padres murieron, ya se había casado, pero ella, de acuerdo con su esposo, testificó abiertamente en el pueblo de su fe adventista y, llegado el momento de construir un nuevo templo, ayudó con generosidad a este y a otros proyectos de la iglesia.
Durante un tiempo, José de Arimatea y Nicodemo fueron discípulos de Jesús en secreto, defendiendo la causa de Cristo e impidiendo que el sanedrín la hiciera abortar. Pero cuando fue necesario romper aquel anonimato y evitar que el cuerpo muerto de Jesús fuese sepultado en una tumba deshonrosa, ellos, hombres ricos e influyentes, consiguieron que Pilato les entregara el cuerpo para embalsamarlo y darle digna sepultura.
Si Dios te ha llamado a servirle en medio de circunstancias complicadas, es posible que, por tu propia seguridad, tengas que ser de los discípulos secretos del Señor. Pero se dará el momento para que, abiertamente, puedas proclamar la verdad que está hoy en tu corazón. ¡Confía en él!
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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