“Una noche, Pablo tuvo una visión. Un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: ‘Pasa a Macedonia y ayúdanos’ ” (Hechos 16:9).
Raras veces el Espíritu Santo interviene de manera tan ostensible como lo hizo al conducir a Pablo y sus colaboradores a la ciudad de Filipos. Dos veces el Espíritu Santo les prohibió que fuesen a Asia o Bitinia; dos veces fueron conscientes de que el Espíritu estaba interviniendo de manera inconfundible en el trazado del itinerario del viaje. Finalmente, llegados a la ciudad de Troas, Pablo recibió una visión en la cual un macedonio le rogaba: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”.
Ya no hubo incertidumbre ni dilaciones. Pronto llegaron a Filipos, la primera ciudad de Macedonia. No había sinagoga, los pocos prosélitos existentes, la mayor parte mujeres, se reunían junto al río. Allí fueron a predicar Pablo y sus colaboradores con magníficos resultados. La primera en aceptar el evangelio fue Lidia, la vendedora de púrpura. Así comenzó la iglesia de Filipos, un inicio providencial.
Pablo entendió que no hay otro secreto mejor para el progreso del evangelio que seguir las directrices del Espíritu Santo. Y lo mismo podemos decir de cualquier proyecto de la iglesia hoy, o de cualquier plan importante en la vida.
Pero la providencia del Espíritu Santo no solo se manifiesta en los éxitos fulgurantes de los creyentes, también está presente en las pruebas. A veces, los resultados más significativos se obtienen después de inesperados episodios de sufrimiento. Esto fue ciertamente lo que les ocurrió a Pablo y a Silas. La curación
de una jovencita posesa que supuestamente adivinaba les llevó a una situación absolutamente inconcebible: sus vestiduras rotas, las espaldas desgarradas por el apaleamiento con varas, encerrados en un oscuro calabozo y los pies metidos en un cepo, todo realizado con incomparable destreza por el carcelero de Filipos.
Pero ¿cómo fue esto posible? ¿No habían sido conducidos hasta Filipos por el Espíritu Santo? ¿Acaso no querían ir ellos a otras provincias? ¿Por qué sufrían aquel durísimo castigo? Lógicas conclusiones, pero no de Pablo y Silas porque ellos, a la media noche, estaban cantando himnos a Dios. Por eso se produjo un
terremoto que abrió todos los calabozos, por eso también ¡se convirtió el carcelero!
Este fue el resultado más grande en la experiencia de Filipos y el más fructífero porque miles a lo largo de los siglos se han convertido al escuchar esta historia.
Deja hoy que el Espíritu Santo conduzca tu vida. Aunque sucedan circunstancias que no entiendas, ¡confía en él! Si lo haces, sabrás que hay un Dios en los cielos…
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
0 comentarios:
Publicar un comentario