Dios es el que me ciñe de fuerza, y quien despeja mi camino. 2 Samuel 22:33
Esta promesa debería llenar nuestra alma de seguridad. Tiene un valor esencial, particularmente para la mujer. Creer en lo que connota esta promesa libera el espíritu del enclaustro, donde la discriminación ha estimado a bien colocar a la mujer.
Cierta debilidad natural de la mujer ha inducido aun hasta a algunos personajes ilustres de la historia, a considerarla como un ser inferior. En tiempos bíblicos, la situación no era mucho mejor para la mujer hebrea. Su papel era mal interpretado y despreciado. Se la consideraba como la causante de la entrada del pecado en el mundo, por lo tanto se la culpaba por cualquier padecimiento resultante del pecado. El valor de la mujer se restringía únicamente a su capacidad de tener hijos.
Hoy nos parece que aquello no solo es absurdo, sino también una señal de ignorancia; pero no obstante, era lo que se practicaba como señal inequívoca de que Dios así lo había querido. Es por eso que el relato bíblico de Débora y Jael me maravilla.
Cuando Barac aceptó el desafío de ir hasta el arroyo de Cisón y matar allí a Sisara, capitán del ejército de Jabín, nunca se imaginó la respuesta que recibiría de la profetisa de Dios. “Ella dijo: ‘Iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sisara’” (Jue. 4:9).
Y así fue. Aunque Barac siguió los carros del ejército de Sisara hasta Haroset-goim, y allí todos ellos cayeron a filo de espada, la gloria de la victoria fue dejada en manos de una mujer. Fue un hecho extraordinario en el contexto cultural en el que ocurrió, y muestra la estima que Dios otorga a la mujer.
Dios ama a la mujer piadosa que confía en él. Es Jesucristo quien nos ciñe de fuerza para desempeñar aquellas labores y cometidos que nos parecen imposibles de realizar. Cuando nos sintamos débiles, y pensemos que no podremos alcanzar nuestras metas, recordemos que por el valor de Jael, la tierra de Israel reposó durante cuarenta años (ver Jue. 5:31).
Gracias, Padre, porque le diste un trato diferente y especial a la mujer bíblica, y a mí también.— Olga Valdivia.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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