“Entonces Dalila dijo a Sansón: ‘Yo te ruego que me digas en qué consiste tu gran fuerza y cómo hay que atarte para que seas dominado’ ” (Jueces 16:6).
No sé si alguna vez has presenciado el juego de “atar con hilo de coser”.
Es interesante. Se escoge a la persona más robusta que haya en la sala, se le pide que una las manos juntando las muñecas y, con una bobina de hilo de coser, se dan una o dos vueltas de hilo a sus muñecas quedando “atado” como si llevara unas esposas; luego, se le pide que, haciendo fuerza hacia fuera, rompa el hilo y se suelte, lo cual hace con facilidad.
Se repite esto varias veces, añadiendo cada vez una o dos vueltas más de hilo. Llega un momento en el que la persona “atada con hilo de coser” ya no puede soltarse, por muy fuerte que sea. Un hilo de coser, finísimo, fácil de romper, puede convertirse en una cadena irrompible. ¡Atención! Podemos quedar encadenados por hilos de un micrómetro de espesor, todo depende de las vueltas que demos con él.
El secreto de la fuerza de Sansón no residía en sus músculos, sino en su nazareato, de lo que era un signo externo el cabello largo. No se le resistieron las cuerdas con que los filisteos le ataron tres veces, pero cuando reveló el vínculo espiritual que le unía a Dios, sus enemigos pudieron hacerlo desaparecer y anular
su magnífica fuerza. Cuando “jugamos” con el pecado repetidas veces, como hizo Sansón, nuestro vínculo con Dios se debilita a la vez que va aumentando el grosor de las cadenas del tentador. No menospreciemos al enemigo, jamás lo consideremos inofensivo, “no hay enemigo pequeño”.
Las vueltas de hilo son nuestra frecuentación reiterada del terreno de la tentación. La vulnerabilidad y debilidad de nuestra fuerza espiritual dependen de nuestra comunión con Dios.
Elena de White nos advierte: “A menos que estemos vitalmente relacionados con Dios, no podremos resistir los efectos profanos del amor propio, de la complacencia propia y de la tentación a pecar. […] sin una relación vital con Dios por nuestra entrega a él momento tras momento, seremos vencidos.
Sin un conocimiento personal de Cristo y una continua comunión, estamos a merced del enemigo, y al fin haremos lo que nos ordene” (El Deseado de todas las gentes, p. 291).
No podemos descuidarnos ni un instante en la lucha espiritual. Este día ruega al Señor que te mantenga a su lado y te permita gozar de una sólida relación con él.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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