noviembre 17, 2015

Muriéndose a causa del temor | Matutina para Adultos 2015

“Los hombres quedarán sin aliento por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque las potencias de los cielos serán conmovidas” (Lucas 21:26).
Un nuevo factor de temor se ha incorporado a la crónica habitual de nuestros días, se trata del terrorismo. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, y los de Atocha, en Madrid, del 11 de marzo de 2004, ambos con lamentables víctimas mortales, produjeron una ola de temor colectivo;
las catástrofes naturales que se repiten con una frecuencia inaudita causando devastación y ruina en diferentes partes del mundo a través de terremotos, tornados, tsunamis, huracanes; los presagios de desastres ecológicos y la crisis económica mundial también se anotan en esta lista de desencadenantes del miedo. Por si fuera poco, el sida ha puesto a algunos países africanos en vías de la extinción. Todos estos sucesos han desarrollado el miedo colectivo y la angustia de la sociedad.
Pero ¿dónde se encuentra el remedio? La respuesta es clara y curiosa a la vez: se encuentra en el mensaje del primer ángel proclamado por la Biblia: “¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!” (Apocalipsis 14: 6-7).
El remedio es el evangelio eterno, el conocimiento del tiempo y el temor de Dios. El evangelio es un mensaje de paz, de gozo, de salvación. Comporta un principio de esperanza que genera en el creyente un condicionamiento psicológico positivo frente al dolor y al temor de los tiempos actuales. 
El conocimiento del tiempo, el estudio de las profecías del fin, descorre el velo del futuro y nos permite saber que es inminente el regreso del Salvador. Por eso Jesús dijo: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Luc. 21:28). 
Finalmente, el temor de Dios es el remedio paradójico contra el temor característico de nuestro tiempo. En realidad, el temor de Dios no es miedo sino piedad, no es solamente reverencia sino dependencia, fe y confianza en el Padre celestial. Es el reconocimiento de su existencia, de su soberanía en el mundo y de su providencia.
Los hijos de Dios no necesitamos vivir desalentados y paralizados por el miedo. La esperanza en Cristo y sus benditas promesas nos brindan la fortaleza para enfrentar las crisis que vendrán.
Enfrenta cada nuevo día con la seguridad que te da saber que hay un Dios en los cielos.

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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