Oídme, oh casa de Jacob, y todo el resto de la casa de Israel, los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz. Isaías 46:3.
El aborto es un tema muy doloroso. Tiene aristas muy complejas y dignas de consideración. Pero todo se reduce, en última instancia, al hecho de si un ser humano tiene derecho a disponer de la vida de otro ser humano.
Hay una falacia de pensamiento que invocan muchas mujeres y también los hombres: el pensar que, en última instancia, es la mujer embarazada la que tiene autoridad para decidir qué va a hacer con SU cuerpo, con SU vida, y que nadie tiene derecho a entrometerse y decirle lo que tiene que hacer.
El error conceptual está en el uso del adjetivo posesivo “SU”, porque en realidad ese feto no es parte de su cuerpo, como lo serían el hígado, el corazón, los riñones, etc. No es un órgano más, al cual se lo puede extirpar como si fuese un ente impersonal. Es, en potencia, todo un ser humano que, si se le permite vivir, puede ser tan digno de respeto y valoración como cualquier persona.
No es que, en caso de querer abortar, esa mujer esté disponiendo de SU cuerpo; está disponiendo del cuerpo y de la vida de OTRO ser humano. Por lo tanto, al quitarle la vida a otro está cometiendo un homicidio.
Nuestro texto de reflexión para hoy, al igual que otros pasajes bellísimos de las Sagradas Escrituras (Sal. 139:13-16; Jer. 1:5), nos habla de que Dios es quien, en última instancia, permitió nuestra concepción porque tiene un plan amoroso para nuestra vida, y somos queridos por él desde el mismo vientre de nuestra madre.
Eso le da a nuestra vida un valor altamente sagrado, que no puede ser despreciado. Cada ser humano que se gesta en el vientre de una mujer es un milagro del amor de Dios y tiene un valor infinito ante su vista, y no tenemos derecho a trivializar este valor.
Agradece a Dios, por lo tanto, el privilegio de estar vivo, y mantente, como cristiano, siempre del lado de la defensa de la vida y del valor de los seres humanos.
DEVOCIÓN MATUTINA JÓVENES 2015
EL TESORO ESCONDIDO
Un encuentro con Dios en tu juventud
Por: Pablo M. Claverie
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