Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. (Romanos 5:3-5).
Uno de los libros más famosos del siglo XX es la novela filosófica La insoportable levedad del ser (1984), del autor Milán Kundera. Hay un fragmento de su obra que me resulta iluminador:* “La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra…
La carga más pesada es, por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la Tierra, de su ser terreno, que sea real solo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes”.
Sin coincidir del todo con los planteos filosóficos de este autor, permíteme decirte que, desde que entró el pecado en el mundo, con sus terribles consecuencias espirituales y morales, el ser humano se ha vuelto un ser con tendencia al vacío interior, a la superficialidad espiritual y moral, a sustituir los valores verdaderos por los valores superfluos del egocentrismo.
Y, aun cuando el Espíritu Santo está siempre tratando de llenar nuestra vida de bondad y significado, muchas veces la única forma que Dios tiene para que nos reencontremos con el verdadero sentido de la vida y sus verdaderos valores es mediante el sufrimiento.
El dolor, cuando es bien asumido, nos conecta con nuestra verdadera realidad, y nos ayuda a diferenciar lo banal de lo que realmente importa. El sufrimiento nos puede humanizar: hacer de nosotros personas más sensibles; nos da más hondura existencial.
Nos ayuda a ver que lo que realmente importa en esta vida es el amor; es vivir para dar cariño, apoyo, ayuda a los que nos rodean, y hacer de los vínculos humanos, las relaciones, lo único trascendente de nuestra existencia terrenal.
JÓVENES 2015
EL TESORO ESCONDIDO
Un encuentro con Dios en tu juventud
Por: Pablo M. Claverie
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