“Saldrán y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá ni su fuego se apagará” (Isaías 66:24).
Al culto perpetuo que rendirán los redimidos de Jehová (Isa. 66:23) , el profeta Isaías contrapone el castigo de resultados eternos que recibirán los impenitentes.
Jesús recogió esta misma imagen del gusano que no muere y del fuego que no se apaga cuando habló de los despojos humanos que serán echados en la gehena, el vertedero del valle de Hinom, que algunas versiones traducen por ‘infierno’ (Mar. 9:48). Pero ¿qué quisieron enseñar Isaías y Jesús con este simbolismo? ¿Pretenden esas imágenes, en el contexto ideológico hebreo en el que fueron dichas, corroborar la existencia de un infierno de penas eternas como algunos cristianos enseñan?
El teólogo suizo Emmanuel Pétavel-Olliff, escribió en 1891 el libro Le problème de l’immortalité [El problema de la inmortalidad], donde aclara:
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El gusano no tiene la función de hacer sufrir a los cadáveres, sino de destruirlos. Lo que los gusanos hacen es realmente acelerar la desaparición de lo que ha cesado de vivir. El gusano es esencialmente un necrófago, un destructor.
El gusano y el fuego perpetuos simbolizan, pues, la eterna perdurabilidad de la muerte, la imposibilidad de resucitar para la vida eterna.
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El fuego eterno o inextinguible es, por su parte, el agente de una destrucción completa e irremediable. El incendio de los palacios de Jerusalén (Jer. 17:27), las ciudades de Sodoma y Gomorra, condenadas al fuego eterno (Jud. 7), no están ardiendo todavía. De acuerdo con una filología bíblica elemental, el fuego no es “eterno”, sino que tiene resultados eternos.
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También los cadáveres del texto tienen un significado simbólico. Ante todo son, por excelencia, un emblema de la insensibilidad. La perpetuidad de un cadáver en descomposición es el símbolo de una muerte eterna sin ninguna posibilidad de vida futura. También pueden simbolizar el recuerdo presente de un ser que vivió y que ya no es.
La noción de sufrimientos interminables es absolutamente extraña a ese vasto simbolismo que encontramos en los profetas bíblicos. Ningún texto de los libros canónicos de la Biblia contiene una simple sílaba relativa a eventuales tormentos eternos de los réprobos. Para ellos solo hay una sentencia: no hay más allá. La gehena citada por Jesús era un servicio público donde se quemaban los cadáveres de animales y de criminales; jamás, en ninguna de las catorce veces que se cita el término, está asociado a tormentos sensibles.
Dios ha previsto misericordiosamente el final eterno de los impenitentes.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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