“Jesús entonces dijo a Pedro: ‘Mete tu espada en la vaina. La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?’ ” (Juan 18:11).
Apenas unos pocos meses después de estallar la Guerra Civil en España, un joven de diecinueve años llamado José María Gironella (ganador en 1946 del premio Nadal de novela y, en 1971, del Planeta) debía huir a Francia porque su vida peligraba en Gerona, su ciudad natal. Su padre lo acompañó hasta la frontera y, poco después, los gendarmes franceses lo detuvieron e inspeccionaron.
En el bolsillo del pantalón había algo que el chico no había visto.Su padre le había introducido un mensaje de despedida. Era un papel que Gironella leyó emocionado: “No mates a nadie, hijo. Tu padre, Joaquín”.
No le dijo, como cualquier padre hubiese hecho al despedirse de un hijo en tiempos de guerra: “Cuida tu vida, hijo, ten cuidado que no te maten”. Más bien, le pidió: “No mates a nadie” porque, aunque quería que su hijo volviera sano y salvo, quería que lo hiciese sin las manos manchadas de sangre, aunque fuera en defensa propia. Es curioso, pero el padre del escritor, estaba evocando lo que Jesús dijo a Pedro en el Getsemaní: “¡Mete tu espada en la vaina!”
Los cristianos hemos de ser mensajeros de paz, esa paz que transforma la vida, que se experimenta de manera personal y luego se suscita. Para Cristo, el mayor defensor de la no-violencia, no hay circunstancias de peligro, de autodefensa o de supervivencia que justifiquen matar a un semejante aunque sea enemigo.
No hay guerra justa en caso de invasión, ni mucho menos guerra santa en nombre de Dios; no hay iure belli, el derecho a la guerra que defendió el fraile dominico Francisco de Vitoria en 1532. A las guerras de conquista, a las campañas militares del rey David, “varón de sangres”; a las matanzas de las Cruzadas contra los infieles musulmanes; a la Inquisición y sus crueles autos de fe; a las guerras de religión; al horrendo Holocausto judío; a los autores del genocidio de Ruanda, la mayoría cristianos; o a los culpables de la limpieza étnica de Bosnia Herzegovina; a todos los violentos, como Pedro en aquella noche que prendieron al Maestro, Jesús les ordena: “Mete tu espada en la vaina”.
Tal como lo hizo con Malco, y como un gesto de amor y compasión, Jesús restaurará con sus manos a las víctimas de la violencia.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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