Jehová te guardará de todo mal; él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre. Salmo 121:7, 8
Viajaba en un microbús repleto de turistas multiculturales que cruzaba la frontera peruana.
Queríamos llegar a tiempo al Departamento de Inmigración de Bolivia. Llevaba a mi pequeña hija Cintia a un tratamiento a Cochabamba, que, posiblemente, la ayudaría a caminar.
Venía viajando durante dos días sin haber podido descansar ni dormir. ¡Estaba agotada! Junto a mí iba una pareja chilena. Conversábamos sobre nuestras respectivas creencias, y comencé a darles mi testimonio. Pronto se hizo el silencio en el autobús, incluso apagaron la música. Reanimada por el interés de mis compañeros de viaje, seguí hablándoles del amor y el cuidado de Dios en mi vida.
De pronto una fuerte sacudida nos retornó a la realidad. Habíamos chocado con un animal de carga. La parte delantera del microbús quedó destrozada. Nos pidieron evacuar el vehículo. Enseguida llegaron los nativos del lugar armados con piedras y amenazaron con linchar al chofer si no pagaba el precio del animal, que yacía en el fondo del barranco.
Mientras el chofer intentaba tranquilizarlos, colina abajo venía alguien gritando. Una mujer corpulenta, más alta que los lugareños, bajaba armada con grandes piedras, y, maldiciendo, preguntaba por alguien. ¡Era la bruja del pueblo! Abracé a mi pequeña para protegerla. Un joven viajero me dijo: “¿Entiende lo que dice la mujer? ¡La está buscando a usted!”.
Se acercó al autobús vociferando maldiciones contra Dios. Sus insultos me horrorizaron. Estaba buscando a la “misionera” que testificaba de Dios en el viaje. Se trataba de mí.
La mujer iba y venía, pasaba por mi lado, y levantaba amenazadoramente las piedras que llevaba. ¡Sus ojos chispeaban odio! Yo la veía, pero ella no me veía. Mis compañeros y los lugareños se apartaron de mí, pero no me sentía sola ni atemorizada. De pronto, la mujer tiró las piedras y se retiró frustrada. Todo quedó en calma. Entonces llegó otro microbús, lo abordamos y continuamos el viaje.
Amiga, Dios puede hacer milagros por ti, especialmente ante el peligro. ¡Démosle gloria por su amor y su cuidado!.—Ximena Rivera.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015
Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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