“Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (Marcos 13:32).
El 16 de octubre de 2006, en el periódico 20 minutos de Madrid, apareció la siguiente noticia tomada de la revista Nature: “El ser humano se extinguirá el 31 de octubre de 2.252.006.
Científicos europeos han determinado que nuestra especie se extinguirá por el frío. Un desfase de la órbita de la Tierra, por el que el planeta no se acercará lo suficiente al Sol, provocará su enfriamiento y la extinción de los mamíferos”.
El anuncio nos parece sensacionalista y, por supuesto, imposible de comprobar.
¿Quién estará aquí en esa fecha para verificarlo? Pero lo cierto es que la eventualidad del fin de todas las cosas ya no es el mensaje de “grupos catastrofistas, alarmistas y excéntricos” como se decía no hace mucho. Los científicos han tomado el relevo y son ellos quienes nos sobresaltan ahora con predicciones y pronósticos acerca del fin del mundo.
Hoy es cada vez más común escuchar preguntas en cuanto a si la humanidad tiene fecha de caducidad, el impacto de la superpoblación, los desastres climáticos, las guerras, las pandemias globales, entre otras.
Es verdad que los científicos no se ponen de acuerdo en cuanto a la exactitud de las fechas y que manejan cifras que nos dejan indiferentes, porque ningún ser humano que vive en la actualidad podrá ser testigo de sus predicciones; pero ¿qué mensaje nos aportan estos anuncios?
En primer lugar, la realidad de que la cuestión del fin ha pasado a ser un tema dilecto para nuestros contemporáneos; la proliferación de esos comentarios y anuncios del apocalipsis final, con un viso científico para darles verosimilitud así lo confirma. En segundo lugar, la generalización del tema, esta explosión de declaraciones científicas y pseudocientíficas ha desvirtuado la proclamación del mensaje cristiano. Ante la lejanía y el modo espectacular como se trata, la gente no se lo toma en serio.
También es cierto que fijar fechas para el fin de todas las cosas, que la Biblia asocia con la segunda venida de Cristo, ha sido y sigue siendo una tentación para todos los que creemos y esperamos el retorno del Salvador contra la que debemos estar advertidos, porque del día y la hora nadie sabe, solo el Padre.
Las señales de la venida del Señor son cada vez más evidentes. Sigamos proclamando su regreso y mostremos al mundo que la única esperanza y salvación del planeta se encuentra en el establecimiento del reino de Dios en este mundo.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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