“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:7, 8).
El profesor Julián San Valero era decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia (España).
Un día, cuando yo estaba terminando la licenciatura en Historia, me propuso dar clases en el Departamento de Historia Antigua: “Puyol, procure leer lo antes posible la tesina, para que pueda comenzar a dar clases como PNN (profesor no numerario), pues ante el incremento de alumnos, vamos a formar grupos”. Este era, en aquel tiempo, el cursus honorum para llegar a ser catedrático en la universidad española.
Asociado a un departamento, dabas como PNN algunas clases mientras trabajabas en la tesis doctoral, opositabas después a una plaza de profesor asociado y, finalmente, catedrático. La oferta era tentadora, pero yo era pastor de una iglesia y profesor de Biblia en nuestro colegio, así que le respondí que no podía
aceptar. Nunca me he arrepentido.
“El hombre que usted pudo haber sido”, es el título de la historia de un banquero que sesteando se encontró un día con un extraño personaje que le contó muchas cosas que había hecho, y que al banquero le resultaron muy agradables porque le recordaban viejas aspiraciones y sueños de su juventud. Cuando al
final del ensueño el banquero le preguntó: “Pero, oiga, señor, ¿quién es usted?” El desconocido, clavando su mirada en el banquero, le dijo: “Yo soy el hombre que usted pudo haber sido”.
Las cosas que el mundo nos ofrece –posición, fortuna, renombre, notoriedad, gloria– nunca son fáciles y no siempre se consiguen, pero, en todo caso, no son comparables con lo que Cristo nos proporciona. Por amor a Jesús, el apóstol Pablo hizo a un lado el magisterio rabínico en alguna de las escuelas hebreas de la época, al igual que Shamai, Hillel o Gamaliel, su propio maestro.
Dios nos conduce a algo infinitamente mejor, y el hombre que podemos y debemos llegar a ser por la gracia divina es el que Juan anuncia en un texto singular: “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).
Hoy te invito a considerar el servicio a Dios como el mayor privilegio que tienes en tu vida
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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