Lee 1 Pedro 3:15. ¿Qué nos enseña Pedro acerca de la testificación? ¿De qué modo esto es apropiado para lo que hemos visto?
Ya vimos suficiente de la evangelización y la testificación como para sugerir una descripción bíblica de nuestra tarea. No necesitamos definiciones con las que todos estén de acuerdo en cada detalle, pero las definiciones que aceptemos deben incluir los elementos esenciales para compartir a Jesús y lo que él ofrece al mundo.
Considera esta definición de evangelización. ¿Crees que es una definición adecuada? ¿Qué le añadirías, o qué le quitarías? La evangelización es el proceso de proclamar claramente y en forma persuasiva el evangelio del Señor Jesucristo, de modo que las personas lo acepten como su Salvador personal y lo sigan como Señor, y que lleguen a ser discípulos y formadores de discípulos.
Aunque la definición de una tarea no es una descripción detallada de esa tarea, da una idea general. Cuando se trata de la testificación, la experiencia del creyente con Dios determinará qué enfoque le dará. Pero, el comprender el deseo divino de alcanzar a un mundo perdido por medio de su iglesia nos hará considerar un enfoque planificado para la testificación y la evangelización.
El crecimiento de la iglesia primitiva se debió a la convicción y el compro-miso de sus miembros, basados en su experiencia personal con Jesús y el derramamiento del Espíritu Santo, que les dio poder. Las enseñanzas de Jesús y el poder del Espíritu Santo siguen siendo básicos en toda testificación y evangelización.
“Millares pueden ser alcanzados de la manera más sencilla y humilde. Los más intelectuales [...] son a menudo refrigerados por las sencillas palabras de alguien que ama a Dios, y que puede hablar de ese amor tan naturalmente como los mundanos hablan de las cosas que les interesan. [...] Pero, la expresión veraz y honrada de un hijo o una hija de Dios, hablada con sencillez natural, tiene poder para abrir la puerta de los corazones que por mucho tiempo han estado cerrados para Cristo y su amor” (El colportor evangélico, p.41).
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