febrero 15, 2012

El sábado en Deuteronomio

SIETE_COLUMNAS

L
os adventistas del séptimo día estamos bien familiarizados con el mandamiento del sábado que aparece en Éxodo; Dios lo dio de nuevo en Deuteronomio. Es fascinante que los mandatos aparezcan con un lenguaje muy similar, pero no idéntico. Además, en Deuteronomio se da otra motivación, que no aparece en Éxodo.

Lee Deuteronomio 5:12 al 15. Compáralo con Éxodo 20:8 al 11. ¿Qué semejanzas y diferencias existen entre ambos? ¿Por qué estas diferencias son importantes?

Aunque hay detalles iguales, hay un elemento y un énfasis nuevos. Ambos mandamientos indican que los siervos deben descansar el sábado, pero Deuteronomio lo enfatiza más. El texto dice que se debería guardar el sábado “para que descanse tu siervo y tu sierva como tú” (Deut. 5:14, la cursiva fue añadida). Aquí se repite que el sábado ayuda a que el amo y el siervo estén en el mismo nivel, ya que descansarán en el mismo día. El sábado ofrece a los siervos alguna protección de su amo que podría hacerlos trabajar sin parar.

Por supuesto, esto plantea una cuestión interesante. Cuando se instituyó el sábado al principio, era un recordativo de la Creación en un mundo no caído. No había siervos ni siervas; tampoco menciona la esclavitud en Egipto, un símbolo de la esclavitud al pecado, ni la liberación de esa esclavitud. Este nuevo elemento fue añadido después de la caída; es decir, el precepto original fue alterado para incorporar algo que originalmente no contenía.

Al principio, el sábado era un símbolo de la Creación; después del pecado, además de ser un símbolo de la Creación, también lo es de la Redención, que es un símbolo de la re-creación (2 Cor. 5:17; Gál. 6:15; Apoc. 21:1). La Creación y la Redención están estrechamente ligadas en la Biblia; solo Dios el Creador podía ser Dios el Redentor, y Jesús es ambos (ver Juan 1:1-14). Ambas versiones de este mandamiento muestran que el sábado (séptimo día) es el símbolo de la obra de Jesús, nuestro Creador y nuestro Redentor.

Piensa en la esclavitud del pecado. ¿Qué promesas de libertad tienes en Jesús? ¿Cómo puedes reclamarlas, y luego permitir que Dios las haga reales en tu vida?

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