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“No andéis como los otros gentiles […] teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (Efesios 4:17, 18).
A veces, mis nietecillos me piden que les cuente el cuento de La Cenicienta de Charles Perrault: el encantamiento del hada madrina convirtió una criada en una hermosa princesa; una calabaza, en una majestuosa carroza; y unos ratoncillos, en unos briosos caballos, pero al llegar las doce de la noche todo volvía a su verdadera realidad.
Así ocurre con muchas de las fantasías con las que Satanás tiene encantados a los hombres en este mundo. Elena de White dice: “Nos encontramos en el terreno encantado de Satanás” (El conflicto de los siglos, p. 586).
Cuando Saúl Bellow recibió el Premio Nobel de Literatura en 1976, dijo en su discurso de recepción: “Los escritores actuales estamos traicionando a la humanidad”. El intelectual se refería a los conceptos que han generalizado los escritores en su producción literaria y que han roto con valores tradicionales sin aportar nada positivo y edificante.
Below calificaba de “viejos monstruos de un museo paleontológico” a los creadores de las doctrinas filosóficas que tanto han influido en la literatura contemporánea: Nietzsche, Marx, Freud, Baudelaire. Algunos contenidos de la narrativa contemporánea, del teatro, del cine, de la poesía actual, entre otras influencias, revelan que el príncipe de este mundo está nutriendo nuestra mente y nuestro espíritu de fantasías, fábulas, señuelos, vicios y costumbres que nos encantan y hechizan.
Dichas influencias alejan paulatinamente el alma de la oración y del deseo de estar con Jesús. De pronto, como en el Edén, la presencia de Dios ya no resulta tan atractiva para los seres humanos. Solo la Palabra de Dios puede romper ese hechizo y volver las cosas de este mundo a su verdadera realidad.
Este mundo es como un castillo encantado. El ser humano es como un galgo corriendo en un canódromo, afanándose por alcanzar el señuelo, la liebre, pero esta es simplemente de trapo y, además, nunca la alcanza. Este mundo es también como un gran espectáculo de fuegos artificiales, el cielo se ilumina, no se ven las estrellas pero todo se acaba y lo que queda es humo y un fuerte olor a pólvora.
Así es “el terreno encantado de Satanás”, un sitio donde la falsa felicidad y la alegría son efímeras, y donde todo aquel que se fascina con sus sortilegios consumirá sus mejores años, desaprovechará sus oportunidades de salvación y no percibirá que hay un Dios en los cielos.
Que Dios te ayude a librarte de las malas influencias que acechan tu vida.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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